martes, 19 de mayo de 2009

Una bella lección infantil

Este blog no sólo habla de historia, arte o literatura, sino también de vida. Quiero hoy compartir con vosotros una hermosa vivencia experimentada hace poco tiempo.

La semana pasada estuvieron en mi casa mis sobrinicos Miguel Ángel y Leonardo. Para unos niños de 9 y 6 añitos mi casa es una especie de parque de atracciones: espadas y escopetas por las paredes (con el consiguiente disgusto de mi hermana y mi cuñado, que me quieren con locura pero a veces me tienen un poco de miedo, tal vez porque me conocen demasiado), figuritas de guerreros medievales, películas infantiles en DVD (las tengo para cuando vienen... o sea... para los niños... ¡Bueno, vale, cada uno ve lo que le da la gana!), juegos en el ordenador, una terraza y armarios vacíos para jugar al escondite... Lo dicho, un parque de atracciones.

Estuvieron apenas una noche y parte de la mañana del domingo, pero lo pasamos de miedo. Y tengo un par de anécdotas muy jugosas:




El sábado por la noche, antes de cenar (les había comprado unas pizzas, que les chiflan), sabiendo que últimamente tengo ciertos problemillas económicos que andan ya en trance de solucionarse (espero), mi sobrino Leonardo me dijo con una carita de total inocencia:


- "Oye, tío José Enrique, si no tienes dinero para las pizzas, he traído tres euros..."

... Hasta me los enseñó, la criatura. Le tranquilicé y le dije con el corazón en la boca que no hacía falta, que muchísimas gracias, que era un niño muy bueno y que los guardase para chuches. Pero me lo hubiera comido a besos. Dios mío, os juro por lo más sagrado que es el ofrecimiento más generoso, más desprendido y más cariñoso que jamás nadie haya podido hacer. Inocencia pura. Casi me hizo llorar.

Y la segunda:


Por la noche, el mismo Leonardo (que junto a su hermano se portaron estupendamente todo el tiempo que estuvieron en mi casa) se quedó dormidito en el sofá mientras veía "Dentro del Laberinto". Lo cogí en brazos, despertó brevemente y se me abrazó al cuello. Lo llevé a la cama y, al acostarlo y arroparlo, abrió un ojo, me miró sonriente entre sueños y me dijo sólo dos palabras:


- "Mucho mejor"


Y se acurrucó entre las sábanas durmiendo como un bendito. A su lado, Miguel Ángel (que había estado leyendo un tebeo) también dormía plácidamente... Era un cuadro maravillosamente enternecedor.

Les dí un beso a cada uno, suavemente para no despertarlos, apagué la luz y me dirigí a mi cuarto. Tardé bastante en dormirme mientras pensaba en la inmensa suerte que tengo con mis niños y en que la infancia es sin duda la más preciosa edad que el ser humano puede vivir y disfrutar.

Tal vez sea esa la razón más profunda de mi vocación docente, de la que estoy orgullosísimo (y se me nota, y me importa un bledo que se me note).


3 comentarios:

  1. Yo te dejé aquí un comentario, pero por lo visto, no lo hice bien.
    Lo que decía...los niños son lo mejor del mundo, su esperanza y su alegría.

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  2. Eres un tío (en el sentido estricto de la palabra) genial, los niños te quieren mucho y les encanta que les enseñes cosas de tus batallas y tus historias. Cuídate más, ya sé que somos muy pesados, pero tómatelo en serio, que tienes que durar muchos años...te queremos mucho. Besicos: tu hermana, tu cuñao y tus sobrinicos.

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  3. Muchas gracias, Susana. No es mérito mío ser buen tío, es que unos niños tan encantadores y tan estupendamente bien educados me lo ponen muy fácil...

    Por lo demás, se acerca un verano lleno de calores, de eventos medievales y de sudor, así que os prometo firmemente que voy a aprovechar la circunstancia para beber mucho líquido (agua, fundamentalmente) comer cosas sanas (lechuga, tomate, gazpacho, cosas a la plancha y tal) y hacer mucho ejercicio (sólo en desfiles y en batallas se nos van un par de kilos a poco que te descuides, y si no, pregúntales a mis compañeros Fidelis...).

    Un beso muy grande, hermana.

    Os quiero muchísmo.

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