miércoles, 30 de junio de 2010

Fin de curso...

Hoy hemos tenido el último claustro del curso en el IES Gallicum de Zuera, en el que trabajo desde hace dos años.


Hemos entregado los anuarios del centro a los alumnos de 4º de ESO y de 2º de Bachillerato, chicos y chicas que han estado con nosotros desde que comenzaron la Secundaria y que ahora se enfrentarán a nuevos retos, nuevos estudios, nuevos proyectos...


Mientras escuchaba a Sofía, la Jefa de Estudios, desgranar los nombres de todos ellos y sus tutores les repartían los anuarios con las fotografías de sus compañeros, me ha invadido una vieja nostalgia. Nostalgia de aquel día en que, reunidos en el salón de actos del colegio La Salle "Gran Vía" de Zaragoza todos los alumnos de COU de la promoción 1980-1984, recibí la felicitación de mis profesores y mi insignia de estudiante lasaliano (aún la guardo: un escudo con tres cabrios de oro sobre fondo de azur y la divisa latina SALLA INDIVISA MANENT alrededor del campo: "Los Lasalianos permanecen unidos") y me ví también como esos chicos y chicas del Gallicum: enfilando una nueva etapa de mi vida.


No ha sido una mala vida, vista ahora, a 26 años de distancia, que tiene tela. Las circunstancias me llevaron a ocupar el sitio del profesor en un aula, impartiendo la docencia a grupos de alumnos que, con todos los cambios que la sociedad, los gobiernos y sus absurdas legislaciones ha marcado a fuego desde entonces en sus caracteres (a menudo para peor), siguen siendo adolescentes en busca de sí mismos, como aquél que recibió orgulloso su insignia en el salón de actos de La Salle Gran Vía, y que, a menudo, son incapaces de encontrar su sitio sin ayuda, aunque no quieran, no sepan, o no se atrevan a pedírnosla.


Por eso quiero traer aquí a colación un texto que escribí, hace ya años, para otros alumnos, o tal vez para los mismos, también una tarde de verano muy calurosa y con la misma emoción que me ha embargado hoy... Dice así:


Después de todo el tiempo
que hemos pasado juntos
en las aulas del centro,
en los pasillos y los recreos...

Después de todos
los suspensos y los aprobados,
los exámenes y los trabajos,
los disgustos y las alegrías...


Después de que muchos de vosotros
hayáis sido nuestros alumnos
durante seis años
de vuestra vida de estudiantes...


No podemos menos
que despedirnos hoy de vosotros
con todo nuestro afecto
y desearos toda la suerte del mundo
ahora que vais a volar
con vuestras propias alas.


¡Muy buena suerte a todos,
chicos y chicas!


Y es que al final de curso, a pesar de los malos ratos que te hacen pasar esa panda de cabrones... esto es lo que se te queda en el corazón.

jueves, 3 de junio de 2010

El saco...

Es curiosa la cantidad de chistes de funcionarios que están corriendo de boca en boca estos últimos días...


En la panadería:

- Déme usted dos funcionarios...

-"baguettes", señora... se dice "baguettes"...

- "¿Por qué los funcionarios no creen en Dios?

- Pues porque piensan que no puede existir un Paraíso mejor que el que ya tienen..."

No soy nada corporativista, en absoluto. En el funcionariado español, especialmente, hay gente que se toca las narices la mayor parte del día. Son esos a los que el trabajo se les acumula, enseguida "se estresan" y piden la baja por depresión o directamente se bajan al bar a tomarse un desayuno de hora y media mientras dejan el expediente a medio tramitar durmiendo el sueño de los justos en la bandeja de su mesa. No individualizo. Simplemente digo que los hay porque conozco personalmente a alguno. Yo he visto a "compañeros" coger una baja médica y encontrármelos por la tarde cogiendo el tren en la estación, muy sonrientes, para irse a Barcelona, a Madrid o a Valencia a ver una exposición, un concierto o un espectáculo. Los hay, sí. No sé cuántos ni quiénes, pero algunos hay.


Pero existe un "saco" al que la sociedad echa enseguida, sin cortarse un pelo, a todo aquél que cobra del Estado, de la Administración Autonómica o de la Municipal. Lo mismo sea un médico (dicho sea de paso: a mí los médicos de la Seguridad Social me han tratado siempre con una amabilidad y una profesionalidad encomiables... Será que he tenido suerte o que no soy un tocacojones) que un bombero, un policía, un profesor, un administrativo, un barrendero o un secretario del ayuntamiento. Todos ellos, por el hecho de ser "funcionarios", son despojados del derecho a la duda y demonizados porque su trabajo es fijo, su contrato es inamovible y, por tanto, hagan lo que hagan van a seguir cobrando lo mismo aunque se toquen los huevos seis horas al día... Un prejuicio muy típico del ignorante que juzga sin saber ni conocer. Normalmente suele ser un tiparraco que empieza una conversación con un amable "¡Aber, ustez, atiéndame que yevo una ora esperando!" en lugar de un "Buenos días..." (las faltas de ortografía son intencionadas, que conste).


Así que como los "funcionarios" son unos privilegiados, todo lo que se les venga encima es bien recibido. "Un pico y una pala, es lo que les daría yo". "Sinvergüenzas". "Caraduras". "Desgraciaos". "Vagos de mierda"... "¿Os rebajan el sueldo? ¡Pues os jodéis, que para eso tenéis contrato fijo! ¡Que vivís como reyes!..."


Bueno, supongo que en un país cainita de envidiosos como el nuestro eso es algo que viene con el cargo, así que dudo mucho que pueda cambiarse esa mentalidad. De nada sirve decir que el puesto de funcionario no te lo regala nadie sino que te lo tienes que currar y que esa posibilidad está al alcance de cualquiera que tenga pelotas, voluntad y esfuerzo para hacerlo. Tampoco sirve de nada decir que no todos los trabajos que se cobran del erario público son iguales, ni mucho menos, y que la nómina -siempre poco abultada- está sujeta a todas las inspecciones, variaciones en la retención por IRPF, congelaciones y rebajas habidas y por haber, sin derecho a réplica. Ni tampoco que nos resulta imposible cobrar nada "en negro" porque la Agencia Tributaria nos tiene cogidos por los huevos ante cualquier duda en la percepción del salario. No hay remedio. Todo el mundo se inventa enseguida argumentos para llegar a la misma estúpida conclusión: vivimos como reyes y todo lo malo que nos venga encima es popularmente bien recibido y aplaudido por una chusma que, en el fondo, desearía alcanzar el Paraíso del empleo público para dedicarse (ellos sí) a magrearse la entrepierna entre el cortado de las diez y el bocadillo del mediodía.

Pero lo que de verdad me jode es el dichoso "saco". Me jode sobremanera que por el hecho de ser funcionario público (profesor de enseñanza secundaria, en mi caso), me alineen en el pelotón de los caraduras y me hagan pagar los platos que han roto sinvergüenzas que no cobran precisamente una nómina del erario público. Me jode una barbaridad ser profesor las 24 horas del día (las clases no se preparan solas, ni los exámenes, trabajos y ejercicios te los corrige un "negro", ni le puedes partir la cara a un alumno que te ha rayado el coche o te ha llegado a agredir cuando sales del instituto porque sigues siendo su profesor, ni puedes dejar de investigar nuevas metodologías al salir de clase, ni dejar de asistir a cursos de formación, ni muchas otras cosas que se salen de tu "contrato fijo" y que no te queda más remedio que cumplir para que el curso funcione razonablemente bien y tus alumnos aprendan... a pesar de sus padres) para que luego vengan unos ignorantes amargados que no saben hacer la O con un canuto y me arrojen al puto "saco" diciendo la memez más grande e injusta del mundo: "¡Hala, hala, no te quejes, que los profesores vivís muy bien!"


La madre que os parió. Si vivimos tan bien... ¿por qué no lo intentáis también vosotros y os apuntáis a este chollazo? ¿Qué os lo impide? ¡Vamos, adelante! ¿O es que no os atrevéis? Total, sólo hace falta tener una carrera universitaria, prepararte unos temas de oposiciones, presentarte junto a otros 850 y sacar la plaza por delante de todos ellos. Y una vez hecho esto, que está chupao, sólo tienes que desplazarte diariamente a medio centenar de kilómetros o más de tu casa (y volver), aguantar a una media de 75 alumnos diarios (la mayor parte de ellos desmotivados y son las mismas ganas de aprender que de tirarse por un barranco), prepararles unas clases que te van a costar un esfuerzo que nadie te va a agradecer (¡nadie!), asistir a tres o cuatro reuniones semanales, soportar exigencias (y a veces insultos, si no algo más grave) de unos señores a los que no conoces de nada pero que siempre están dispuestos a defender con uñas y dientes a su nene por muy gorda que la haya montado, tener un poco de cuidado para que no haya ningún navajero en el aula que te la jure, se quede con tu cara y su papi te meta dos hostias por no haberlo aprobado y ya está. A disfrutar de un "sueldazo impresionante" que te regalan por no hacer nada. ¡Y encima con tres meses de vacaciones, que esa es otra! No entiendo de ninguna manera por qué he visto salir de una clase a una compañera llorando de impotencia porque era imposible intentar siquiera enseñar a la panda de tarugos impresentables que le habían tocado en suerte y que le habían dicho "¡No me rayes, tía, vete a tomar po'l culo!"... Seguro que sus papás son de los que echan también al "saco" a la pobre chica. Con lo bien que se vive cobrando por no hacer nada.




¿Un pico y una pala? ¡A un aula os metía yo, armados sólo con un libro de texto, durante cuatro o cinco horitas a ver qué os parecía entonces cobrar a finales de mes un 7 u 8% menos del sueldo que, según vosotros, no nos merecemos, y con una retención añadida del 14% de IRPF! Anda, que no me iba a reír poco...




¡Y metéos el jodido "saco" donde os diga...!