miércoles, 27 de mayo de 2009

El "Codex Calixtinus" (y IV)

Bien, mis amados discípulos, llegamos al final de este pequeño análisis del Liber Peregrinationis Sancti Iacobi que venimos haciendo desde hace unos días. Como es evidente, no podemos en unas simples entradas de un blog personal desmenuzar por completo una obra que tiene novecientos años y atesora tal cantidad de información, pero sí al menos espero habérosla dado a conocer y que hayáis disfrutado de sus peculiaridades, que son muchísimas más de las que aquí hemos visto. El Liber de Aymeric Picaud es una joya del medievo y os invito sinceramente a que la descubráis si tenéis la oportunidad de que caiga en vuestras manos. Para terminar, quisiera dedicar esta última entrada a un viejo y buen amigo que nos ha acompañado con su sabiduría por esos foros del dios cibernético de la Red y que tiene la suerte de vivir en uno de los más bellos parajes del camino. Me refiero a Lupercio de Canfranc...

El capítulo IV de la obra lleva por título Los tres hospitales del mundo y en él se hace mención de uno que estoy seguro que don Antonio conocerá bien. Os copio el capítulo completo, que es muy cortito...


Capítulo IV
Los tres hospitales del mundo
Tres son particularmente las columnas, de extraordinaria utilidad, que ekl Señor estableció en este mundo para sostenimiento de sus pobres, a saber, el hospital de Jerusalén, el hospital de Mont-Joux (probablemente situado en el paso del Gran San Bernardo, en los Alpes) y el hospital de Santa Cristina, en el Somport. Están situados estos hospitales en puntos de verdadera necesidad, se trata de lugares santos, templos de Dios, lugar de recuperación para los bienaventurados peregrinos, descanso para los necesitados, alivio para los enfermos, salvación de los muertos y auxilio para los vivos. En consecuencia, quienquiera que haya levantado estos lugares sacrosantos, sin duda alguna, estará en posesión del reino de Dios.



El hospital de Santa Cristina de Somport: reconstrucción ideal

Nada queda hoy del antiguo hospital salvo las trazas de sus cimientos. Pero por ahora os dejaré vagando con la imaginación por las montañas del Pirineo a la espera de hallar el merecido descanso entre sus muros mientras disfrutáis de sus fabulosos paisajes...

Quedad con Dios.

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