jueves, 15 de marzo de 2012

"Non nobis, domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam"


BREVES APUNTES SOBRE LA ORDEN DEL TEMPLE

A menudo se asocia el nombre del Temple o a los "templarios" con oscuros y nocturnos rituales mágicos, con tesoros ocultos, con maldiciones ancestrales y con toda una parafernalia esotérica que resulta tan atractiva como envuelta en el misterio... Y tal vez no falten razones para tal asociación, ya que fueron acusados en su momento de todas esas prácticas diabólicas y ellos mismos llegaron a admitirlas. Pero es necesario saber el cómo, el cuándo y el porqué de todo ello...

A finales del siglo XI la Primera Cruzada predicada por un monje conocido como Pedro "el Ermitaño" en Francia para lberar los Santos Lugares del dominio musulmán coincidió con los inicios de una profunda renovación de la Iglesia auspiciada por el papa Gregorio VII (la "reforma gregoriana" cuyo efecto más visible y conocido fue el célebre "canto polifónico" de los coros benedictinos pero que supuso una transformación mucho más profunda y compleja), y continuada por Urbano II, un pontífice que bendijo y promovió las Cruzadas consagrando la liberación de Tierra Santa como una tarea obligada para todo príncipe cristiano... y también como un fenómeno cultural, religioso, político, militar y económico de primer orden en toda Europa.

En este contexto, pues, de renovación eclesiástica, de reestructuración de los monasterios (llevada a cabo por la extraordinaria labor desarrollada desde la gran abadía benedictina francesa de Cluny) y de lucha para liberar los Santos Lugares del dominio musulmán es donde se inserta el nacimiento de las tres grandes Órdenes Militares de caballería en una Jerusalén reconquistada por los cruzados en 1099, especialmente la Orden del Hospital de San Juan, la de los Caballeros del Santo Sepulcro y la de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, más conocida como "L'ordre du Temple" (en francés, pues franceses fueron sus fundadores) o simplemente como los Caballeros Templarios.

Fundada por Hugo de Payns, su primer Gran Maestre, y nueve caballeros más con sus correspondientes séquitos, la Orden del Temple surgió como milicia religiosa (con votos de pobreza, obediencia y castidad) muy bien preparada para la guerra, con el propósito de escoltar a los peregrinos que viajaban a Jerusalén y fue bendecida y aprobada por el papa Honorio II en el concilio de Troyes del año 1129. Apoyados e forma entusiasta por San Bernardo de Claravall, de cuya orden cisterciense adoptaron su regla monástica, muy pronto los Pobres Caballeros de Cristo (en latín: "Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici") recibieron las bendiciones de los reyes europeos y comenzaron a crecer en número, fama y poder, construyendo fortalezas tanto en Tierra Santa como en todo el Mediterráneo.

Como es sabido, los Caballeros Templarios empleaban como distintivo un manto blanco con una cruz patada (es decir: con los brazos iguales y ensanchados hacia los extremos) de gules (roja) dibujada sobre el hombro izquierdo y sobre el pecho de la veste que cubría sus cotas de malla. Sus miembros se encontraban entre las unidades militares mejor entrenadas que participaron en las Cruzadas y pronto combatieron no sólo en Tierra Santa sino también en España, apoyando a los reinos cristianos en su lucha contra el Islam, recibiendo por ello numerosas donaciones y edificando iglesias, hospitales y encomiendas por toda la geografia peninsular. En 1134 el rey Alfonso I de Aragón les entregó en herencia su propio reino, al cual renunciaron no sin recibir a cambio abundantes territorios y castillos, entre ellos la fortaleza de Monzón, que se convertiría en cuartel general del Temple en tierras aragonesas.

Su cuartel general en Jerusalén se estableció en la mezquita de al-Aqsa, que se alza todavía en la Explanada de las Mezquitas antaño ocupada por el gran Templo de Salomón, de ahí su nombre de "Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón", resumido en "Orden del Templo" (o "Temple", en francés). Su lema era "Non nobis, domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam" ("No para nosotros, Señor, no para nosotros sino da Gloria a Tu Nombre"), toda una declaración de intenciones haciendo constar que no buscaban su propia Gloria sino la de Dios. Y su sello (SIGILLUM MILITUM CHRISTI) representaba a dos caballeros montando un solo caballo, haciendo así profesión de pobreza. Los Caballeros Templarios (y, en general, todos los de las Órdenes Militares) tenían prohibido rendirse ante los infieles, por lo que nunca cayeron prisioneros en batalla alguna. Su regla les impedía pedir rescate de sus personas, por lo cual sólo tenían la opción de morir o vencer. Eso les hacía especialmente arriesgados, feroces, disciplinados y temibles en el combate. La aparición de las cruces rojas del Temple sobre un campo de batalla provocó pavor entre el enemigo y profundo agradecimiento y regocijo entre los soldados cristianos durante casi dos siglos...

Mientras, los miembros no combatientes de la orden gestionaron una compleja estructura económica (basada en "encomiendas" o monasterios autogestionados) a lo largo del mundo cristiano, creando nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco: crearon libros de cuentas, la contabilidad moderna, los pagarés e incluso la primera letra de cambio. En esta época pesaba mucho la idea de transportar dinero en metálico por los caminos, y la Orden dispuso de documentos acreditativos para poder recoger una cantidad anteriormente entregada en cualquier otra encomienda de la orden. Solamente hacía falta la firma, o en su caso, el sello. Esa precisamente sería la causa de su desgracia. En 1187 el sultán Salah al-Dinh tomó Jerusalén a los cristianos y la Orden del Temple empezó a ser discutida en los reinos europeos, si bien sus maestres conservaban aún en Palestina plazas fuertes tan importantes como San Juan de Acre. Mientras, en Europa los templarios continuaron su actividad financiera enriqueciéndose cada vez más mediante cuantiosas donaciones, préstamos a intereses mucho más bajos que los ofrecidos por los mercaderes judíos, inversiones e incluso el comercio de reliquias, que les reportaba lucrativos beneficios gracias a sus contactos en Asia Menor y Palestina, aunque sin olvidar nunca su idiosincrasia de monjes-guerreros.

Pero a finales del siglo XIII, en 1291, San Juan de Acre cayó en manos musulmanas y los templarios comenzaron a verse cuestionados con cada vez mayor frecuencia y vehemencia. De ser los defensores de los Santos Lugares habían pasado a convertirse en molestos y codiciosos acreedores, especialmente en Francia, donde las encomiendas del Temple se contaban por centenares (y sus deudores por miles). En estas circunstancias dió comienzo el infame proceso que les llevaría a su disolución.

Retirados a la isla de Chipre junto a los Caballeros del Hospital de San Juan y acreedores principales del rey Felipe IV “el Hermoso” de Francia, éste decidió acabar con el poder de la Orden y fraguó su desgracia acusando a sus miembros de prácticas misteriosas y actividades diabólicas gracias a la ayuda de un grupo de letrados con Guillaume de Nogaret al frente. Se dijo en la acusación que adoraban en sus reuniones de capítulo a un ídolo satánico conocido como el “Bafomet”, que encabezaban una conspiración para entregar al mundo a las garras de Satanás, que sus reuniones eran orgías desenfrenadas en las que besaban en el ano a un macho cabrío, que ocultaban en un lugar secreto el fastuoso Tesoro Templario fruto de sus latrocinios y mil fantásticas necedades más, todas ellas cuidadosamente preparadas, falsamente testimoniadas y ensayadas por sus acusadores. Perseguidos y detenidos sus miembros por toda Francia la noche del 13 de octubre de 1307 (viernes, motivo por el cual esta fecha resulta de mal augurio), torturados en las prisiones reales para que admitiesen los crímenes contra la Religión de los que se les acusaba y lograda su confesión bajo los más espantosos tormentos, sus numerosísimos bienes fueron transferidos a la Orden del Hospital de San Juan y la Orden del Temple fue declarada disuelta el 3 de abril de 1312 con la bendición del papa Clemente V, que no quiso o no supo oponerse a los dictámenes del rey de Francia.

Hay que decir, en honor a la verdad, que las supuestas atrocidades, misas negras, prácticas diabólicas y demás parafernalia esotérica atribuída a la Orden radicaba en el hecho de que los Templarios adquirieron en Tierra Santa una serie de conocimientos relacionados con un simbolismo religioso poco usual en Occidente: por ejemplo, el uso de la planta circular o poligonal centralizada en algunas de sus construcciones (por ejemplo, la capilla de Santa María de Eunate, en Navarra, entre otras muchas), que tiene su origen en la Cúpula de la Roca de Jerusalén, impresionante edificio que se alza justo enfrente de la mezquita de al-Aqsa y que los templarios, como es lógico, estaban habituados a contemplar, estudiar y visitar a diario. Los arquitectos de la Orden adoptaron este tipo de construcción (imagen del Mundo y de la Perfección divina), que resultaba poco habitual en la Europa de los ss. XII y XIII. Pero todo ello fue utilizado, convenientemente manipulado, para labrar su desgracia.

Tras un largo proceso de difamación y una parodia de juicio sumarísimo, su último Gran Maestre, Jacques Bernard de Molay, pereció en la hoguera junto a Geoffroy de Charnay dos años después, el 18 de marzo de 1314, retractándose de su confesión arrancada bajo tortura y maldiciendo a la Casa de Francia en estos términos:

"Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir. ¡Malditos, seréis todos malditos, hasta la decimotercera generación!"

El pontífice Clemente V (exiliado en la corte papal de Avignon), el "rey maldito" Felipe IV de Francia y el jurista Guillaume de Nogaret morirían en el transcurso de ese mismo año de 1314...

Y así comenzó la leyenda del Temple.

1 comentario:

  1. Me ha encantado tu artículo. Me ha parecido muy interesante, muy bien explicado y alcance de todos.

    Gracias por compartir tu sabiduría con todos nosotros.

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