martes, 19 de mayo de 2009

La muerte del mundo real (y IV)

Conclusión: una nueva forma de mirar

La actitud de la pareja que conocíamos al principio de nuestras reflexiones resultaba, por consiguiente, errónea. El prejuicio de la realidad les hacía buscar semejanzas entre lo representado en el cuadro y la imagen estereotipada que el título de una obra puede despertar en el hombre. En un mundo tan dominado por la imagen, por una imagen realista, cruda, brutal, como es el nuestro, la visión de unas formas y unos colores que no somos capaces de identificar despiertan una sensación de impotencia, de intranquilidad, de incomodidad tales que preferimos apartarnos de ellas y negarnos a entenderlas. El artista no ha tomado imágenes modélicas como referencia para expresar su arte, sino retazos escogidos de su propia mente, tanto más personales cuanto que intransferibles. Esas imágenes mentales y sus relaciones internas configuran el estilo del pintor, que evoluciona conforme adquiere nuevas vivencias, emociones, etc. La realidad que inspiró a Velázquez, a Goya, a Rubens y Rembrandt pasa en nuestro siglo a ser una referencia más, no un modelo irrenunciable.

Piet Mondrian: Composición VII. 1913. Solomon Guggenheim Museum. New York

Por todo esto, antes de elaborar una opinión viendo uno de esos sacos de arpillera pegados a un lienzo, una lata de refresco colgando del marco de un cuadro o una docena de cristales rotos en medio de una tela, imaginemos qué busca el artista reflejar con eso, cuáles han sido las razones que le han impulsado a hacerlo, qué pretende manifestar. Pensemos también qué sensación primaria nos produce la obra, qué armonía o disonancia tienen las formas, cómo se relacionan éstas con los colores y su disposición... y sobre todo tratemos de no reconocer nada concreto en todo ello. Sólo entonces estaremos realmente en condiciones de decir “me gusta esta pintura”.

Espero que esta serie de entradas os ayude a contemplar el arte moderno con una visión diferente.

6 comentarios:

  1. Bueno, ya con el fin de semana aquí, he podido permitirme leer de un tirón todas las entradas de tu blog.
    Perdona que no haya podido pararme antes pero, como ya te dije, tengo ahora el horario apretado por mis nuevas responsabilidades. Eso me ha cortado el tiempo que dedicaba a chafardear los internetes (que respiren tranquilos un ratito tu amigo el veterano de Muret y sus piojos).
    Por supuesto, ya estás enlazado en mi blog de El caballero del Alba (al cual me temo que también tendré abandonado).

    Y vayamos al grano:
    Te cuelgo aquí mi primer comentario porque me ha resultado muy interesante toda la serie sobre «la muerte del mundo real». Lo has explicado perfectamente, como corresponde a tu ya sabida habilidad docente. Y te expondré mis inquietudes, pues yo soy de esos que no pisan un museo de arte moderno ni por saber morir. Te diré cuál es mi recalcitrante posición para que veas lo complicado que puede ser extender el gusto por el arte no figurativo.

    A mí siempre me ha gustado el Arte, especialmente el pictórico. Desgraciadamente, los conocimientos académicos que tengo sobre Pintura son parejos a los que puedo tener sobre Historia, es decir, pocos y sacados de aquí y allá.
    Eso no ha sido óbice para que, como quizá sepas, yo mismo haya intentado muy modestamente rebuscar mi propia vena artística. Y aunque ahora mismo —salvando recortes de horarios—, estoy más metido en lo de la escritura, lo mío de siempre ha sido pintar.
    Y como aficionadillo de tercera a la Pintura, naturalmente, tengo mis modelos. Mis ídolos, vamos. Y como ya podrás imaginar, todos ellos viven en ese mundo de pintores figurativos «de toda la vida», como Velázquez, Rubens o Caravaggio. Con ellos me siento a gusto porque, sin negar —porque supongo que no podrá negarse— que su arte tiene un componente subjetivo, el «prejuicio de la realidad» que desprenden me encanta.

    Y es que cuanto más subjetivo es el artista —y digo esto con reservas y esperando haber comprendido tus explicaciones—, más se aleja a la vez de mi propio subjetivismo. Me explico: a mí me parece muy bien que Kandinsky pudiera expresar sus inquietudes a través de su subjetivismo extremo, esa suerte que tenía el hombre; pero lo cierto es que cuando yo veo sus obras me quedo más o menos como esa pareja del mecánico y la dependienta que visitaban el museo de arte moderno. Y vale, puedo llegar a admitir que la composición es agradable, o que los colores se han combinado bien, o en ciertas ocasiones que se llega a transmitir alguna que otra sensación o, metiéndome muchos ladrillazos en la cabeza, tal vez llegue a comprender qué color es más sonoro o más inaudible. Pero en la mayor parte de los casos no entiendo el cuadro sencillamente porque pienso que para hacerlo debería meterme en la mente de Kandinsky, sentir como él y pensar como él, y llegando al extremo, haber tenido las mismas experiencias vitales, llegar incluso a confundirme con él . O sea, vale: se puede materializar una angustia o una esperanza pintando un redondel negro dentro de otro rojo. Probablemente esa y no otra era la forma de Kandinsky de conseguir sus objetivos... Pero yo no soy Kandinsky ni estoy dentro de él. La angustia o la esperanza, siendo sentimientos difíciles de traducir a un lenguaje figurativo, pueden «pintarse» de modo que todos las entiendan, como habrían hecho sin ir más lejos Goya o Rembrandt. Así pues, si veo a Kandisnsky representando la angustia, me temo que tendré que asimilar un buen lote de información complementaria para entenderlo. Y dado el críptico lenguaje en que se expresan los críticos de arte moderno, me temo que lo llevo claro.
    (...)

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  2. (Sigo con el rollo)

    Dicho de otro modo: el arte no figurativo carga todo el peso sobre el emisor del arte, o sea, el artista, condenando al receptor, esto es, el espectador, a hacer un ejercicio de empatía suprema con el emisor para poder interiorizar dicho arte. Digo todo esto con el atrevimiento que me da la ignorancia y la confianza de saber que perdonarás a este alumno díscolo por ser un sacrílego.
    Es cierto que el arte figurativo es, en cierto modo, una copia. Una copia de la Naturaleza, sí. Que en teoría un artista desprovisto de subjetividad podría ser capaz, con la técnica adecuada, de pintar Las Meninas (¿O no?). Mi impresión es que con el tiempo el concepto de arte ha ido dejando de lado la objetividad para viajar hacia el extremo de lo subjetivo.

    Yo muchas veces, cuando hablo de este tema (cuando hablaba, debería decir, porque mira que hacía tiempo...), digo que hablando de esto lo comparaba con la belleza natural. Esa que está desprovista de subjetividad. La belleza de una montaña cubierta de nieve, o de un acantilado asturiano, o de un lince boreal, o de una mujer morena... Es algo que suele hallar entre sus admiradores una buena dosis de consenso. Es decir: de acuerdo, a ti igual te gustan más las rubias que a Fulanito, o más altas que a Menganito, o más voluptuosas que a Zutanito..., pero seguro que no tienes inconveniente en reconocer, por ejemplo, que Mónica Bellucci es una mujer bella. Es algo en lo que solemos coincidir todos. ¿Por qué será? Reconozco que no lo sé. Pero algo hay, una especie de colección de cánones que todos tenemos grabados cuando nacemos, que nos hacen tener un mínimo concepto unitario de la belleza.

    Y mi impresión es que con el Arte pasa algo parecido. Cierto, certísimo que no es lo mismo ver Las Hilanderas de Velásquez sin tener ni idea de Mitología Clásica que hacerlo conociendo el mito de Aracne, o sabiendo que el autor usaba la simbología en otros sentidos además: sí, pero aún así el profano disfruta con la contemplación del cuadro porque es objetivamente bello. Mucho. Y no hace falta siquiera, fíjate lo que te digo, saber si lo pintó Velázquez o Paco Pérez. El pintor tuvo la deferencia de cargar sobre el receptor, sobre el espectador, el trabajo de disfrutar de la belleza de la obra, y pintó para todos, no para unos cuantos.

    Y si por comparar vamos, pues me pasa tres cuartos de lo mismo con la Música. Que no tengo ni idea, Enrique. Y aún así a mí me encanta La Marcha de las Walkyrias, o el King of the Mountain Hall. Como me puede gustar un bolero sin tener ni idea de cuáles son las particularidades de su base rítmica, o me puede gustar un tema de AC/DC sin tener mucha capacidad para definir un riff. O ya puestos, por lo mismo que me gusta la Catedral de León y abominaba de la Pirámide esa que vivió en la plaza de San Juan de Teruel durante años, o por lo mismo que me gusta. Y eso que no conocí a Wagner ni a Grieg, ni tengo el gusto de haber bailado con Tamara ni con Angus Young, ni sé qué pretendía el maestro que dirigió la erección de la Pulchra Leonina.
    (...)

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  3. (y termino con el peñazo)

    Ojo, que no niego la calidad artística de la obra de Kandinsky, ni digo que el arte abstracto no sea tal. Simplemente digo que, de ser arte, es ajeno. Porque el subjetivismo implica ajenidad en cuanto se rebasan los límites del propio artista. Es como si cada persona del mundo hablara una lengua y para comunicarnos tuviéramos que aprender el idioma de cada uno. Me resulta muy trabajoso. Por eso casi me quedo, como buen vago que soy, con mi Murillo y esa pedazo de Inmaculada Concepción que quita el sentido. Qué maja que es.

    Y para terminar mi infumable rollo (para que veas que te leo y te reflexiono), añadiré que según mi punto de vista jamás podremos los seres humanos librarnos del «prejuicio de lo real», y que en consonancia con ello habrá siempre muchos menos admiradores de Kandisky que de Velázquez, porque uno, desde niño, crece rodeado de realidad, y forja sus sueños con forma real, y hasta las ilusiones más esperpénticas necesitan beber de la experiencia real. Y todos sabemos reconocer esa realidad tanto en los demás como en la Naturaleza, y estamos más hechos a ella, y la reconocemos. Y es lo que tiene el arte: que antes de nada gusta o no gusta. Por eso para mí (perdón por lo que voy a decir, perdón), hay más arte en la nebulosa de la Cabeza del Caballo que en los cuadros de Picasso. Y ya me dirás dónde esta el componente subjetivo del artista celestial, bien sabido que yo soy más ateo que la alfombra de la Catedral.

    Y me queda una duda: Si le hubieran encargado a Goya pintar el Black Square, de Malévich..., ¿qué habría hecho o dicho el hombre?
    ¿Y si a Malévich le hubieran dicho de hacer un Dos de Mayo?

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  4. Hombre, hay que partir de la base de que la nebulosa de la Cabeza de Caballo, como la del Cangrejo o la de Andrómeda, nunca pueden ser obras de Arte porque esta disciplina tiene como primera y más importante característica la de ser una obra humana. La Suprema Belleza se halla en las obras naturales y durante siglos el Hombre, a través de sus obras artísticas, se ha limitado a tratar de imitarlas.

    Coincido en muchas de tus argumentaciones, y debo confesar que una buena parte de la razón por la que he escrito estas entradas ha sido para tratar de convencerme A MÍ MISMO de que el arte actual es algo mucho más profundo de lo que aparentan algunos de sus ejemplos.

    Yo tampoco soy capaz de meterme en la mente de un artista actual (a juzgar por sus obras, algunos tienen un mundo interior verdaderamente rico y retorcido) y reconozco que el esfuerzo de tratar de entender y de valorar objetivamente lo que representan hace que no pise una galería de arte contemporáneo desde hace años. Lo que he tratado de reflejar en estas entradas es simplemente que la apreciación del arte contemporáneo no puede realizarse a partir de los cánones clásicos que mencionas (que son los que conocemos y con los que nos hemos ido creando nuestra estética de la belleza: luz, color, silueta, volumen, composición, claroscuro, contrates, armonía, perfección, pulcritud, equilibrio) sino que precisa del manejo de conceptos estrictamente estéticos y, además, esencialmente subjetivos.

    Te pongo un ejemplo: el "Guernica" de Picasso. Se trata de una obra cubista, pintada en blancos, negros y grises, sin claroscuro, sin perspectiva, todo líneas y colores planos, sin gradaciones... Una obra que está muy lejos de ser "realista" o "figurativa" en el sentido clásico del término. Sin embargo, refleja a la perfección lo que pretende inspirar: dolor, desesperación, muerte, rebeldía, miedo, tristeza... Y a mí me encanta y me he pegado horas viendo ese cuadro en el Museo Reina Sofía.

    ¿Porqué? Pues la verdad es que resulta difícil rsponder a esto. ¿Porque es la imagen inmediata que nuestra mente asocia al bombardeo de Guernica? ¿Porque se ha sobrevalorado este cuadro hasta convertirlo en mito? ¿Porque es de Picasso, que era un genio, y por tanto DEBE ser una gran pintura? ¿O simplemente porque sus valores pictóricos son realmente meritorios, originales y magníficos?

    Créeme si te digo que hay de todo un poco. Nadie duda de que es una obra maestra, como nadie tampoco duda que su autor era un genio de la pintura que abrió nuevos caminos de expresión totalmente originales. Pero para el público no especializado el "Guernica" es una obra maestra... porque así lo dicen las "auctoritates", "los que sabemos" y así debe de ser. Y sin entender una palabra de lo que simboliza el cuadro (el guerrero caído, el toro, la mujer que sostiene un niño en los brazos, la cara espantada que introduce una lámpara para iluminar el horror, las llamas de la ciudad reducidas a una esquemática representación apenas perceptible...) lo identifican como "obra de arte".

    Con el arte contemporáneo, y especialmente con el no-figurativo, pasa algo similar. Malevich, Klee, Mondrian, Pollock, Moore, Brancusi, Miró, Vlaminck... son unos genios porque los críticos de arte nos han dicho que abrieron nuevos caminos en la historia del Arte, pero nosotros seguimos sin entender muy bien por qué... Y por eso cuando vemos una obra de un autor absolutamente desconocido, lo primero que aflora en nuestro interior es el "prejuicio de la realidad" y, por consiguiente, el rechazo.

    ¿Solución?. Pues, francamente, tratar de conocer las vivencias personales del autor antes de juzgar su obra. Pero como eso suele ser difícil (cuando no imposible), pues no queda otra que abordar la obra por sus valores estéticos, no figurativos. Es lo único que nos queda.

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  5. Tienes razón.

    Ya decía antes que hacía mucho que no hablaba de estos temas. Me tengo que retrotraer a los años 90 para recordar, cuando hablaba con mi compañero Edu (un rarito de esos a los que les gusta Picasso y Sonic Youth: un tío por lo demás listísimo) y me decía poco más o menos que algo tiene que tener Picasso, por mucho que diga yo no entenderlo, cuando se han escrito miles de páginas sobre él.

    Y también es cierto, o yo al menos lo creo, que esas obras, o “El Guernica” sin ir más lejos, han llegado tan lejos por la carga publicitaria que llevan consigo. Y además puede entenderse con un ejemplo que te sonará enseguida (sobre todo a ti):

    Pongamos que te doy un somnífero y te duermes, y cuando despiertas te presento una llanura medio seca, con una fea carretera cercana por la que se ven pasar los coches, y te digo que escuches con atención, que oirás los gritos. Y que respires con fuerza, que olerás la sangre y el miedo... Y cuando lleves un rato pensando «¿pero este cernícalo qué me está diciendo?», pues te digo que te des la vuelta, y entonces te das cuenta de que tras de ti había una estatua subida en un pedestal, y una inscripción en las que identificas inmediatamente la expresión «Molon Labé». Y entonces el paraje cambia de inmediato su significado, y ya oyes los gritos y hueles el heroísmo, y te dan ganas de tocar la tierra, y te imaginas lo que pasó...

    Vale, ya sé que tú has estado allí... Pero ya entiendes lo que quiero decir. “El Guernica” dice mucho acerca de la impotencia, del miedo, de la muerte, de la injusticia... porque sabemos que representa un bombardeo estratégico contra una población civil e indefensa, más inri si pensamos que es la acción pionera en esta modalidad, y aún parece más gordo (qué cosas) para quien sabe que fue ejecutada por unidades alemanas. Si a eso le añadimos lo que sabemos: que se han escrito libros, que se han hecho tesis, que se ha construido un mito a partir de ese hecho y con motivo de ese cuadro, pues ahí tenemos el sumun del Arte.

    No es que esta sea la solución. Como tú dices, a saber cuál es, y está claro que no voy a llegar yo aquí a descubrirla por mi cara bonita. Pero vamos, que si Velázquez hubiera resucitado en los años cuarenta y le hubieran explicado lo de Guernica y propuesto pintar un cuadro al efecto, qué te voy a contar. A Picasso se le tendría ahora por un pokemon eléctrico de color amarillo. Pikakaaa, pikapiiii.

    Ya me he vuelto a pasar tres pueblos, je, je, je... Por lo demás, me ha parecido muy bien tu serie de posts sobre el arte moderno. A mí me han aclarado cosas y me han confirmado otras. Como diría Alfredo: besos y abrazos.

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  6. Hombre, lo cierto es que me pones unos ejemplos que me tocan muy especialmente la fibra sensible. En las Termópilas, efectivamente, llegas a sugestionarte de tal manera que ante tus ojos desaparecen (como en una película) la carretera, los coches y los elementos modernos para revivir en la imaginación la gloriosa gesta de los 300 espartanos frente a las hordas de Asia. Y en cuanto a Velázquez... uf. Otro de mis ídolos. La contemplación de Las Meninas es para el historiador... no sé... una especie de orgasmo intelectual, si podemos llamarlo así sin pasarnos tres o cuatro comunidades autónomas... No tienes más que considerar que casi TODOS los artistas que desde el siglo XVII hasta hoy mismo se han dedicado al arte de la Pintura lo han tenido como referente y han partido de su modo de ver el mundo para elaborar el suyo propio. Goya decía al final de su vida que sus verdaderos maestros habían sido "Rembrandt, Velázquez y la Naturaleza" y la gran mayoría de los críticos consideran como auténticos precursores de la pintura contemporánea a Velázquez, Goya y Picasso. O sea, que algo tendrá San Pedro cuando le hacen catedrales.

    El tema de la sugestión de la obra de arte es interesantísimo y de él se han ocupado algunos historiadores, sobre todo los de la escuela iconológica (con Erwin Panofsky a la cabeza). Una de las funciones del arte, según decía otro crítico (cuyo nombre no recuerdo), es la de realzar la vida, y qué duda cabe de que muchos cuadros se han convertido en referente absoluto de determinados acontecimientos: ¿quién no asocia inmediatamente a Napoleón con los cuadros de Jacques-Louis David, la rendidión de Granada con el cuadro de Francisco Pradilla, la de Breda con el maestro don Diego Velázquez o... los almogávares con la fantasiosa pintura de Moreno Carbonero (y perdona el rejón que te acabo de meter, pero estamos hablando sólo de Historia del Arte)?

    En cuanto a lo que planteas de qué habría pintado Velázquez si le hubiesen descrito el bombardeo de Guernica y se le hubiese propuesto reflejarlo en un lienzo... Bueno... Yo creo que se habría vuelto loco y tampoco puedo imaginar lo que hubiera pintado, pero te puedo decir que mi paisano don Paco Goya, por ejemplo, pintaba unos leones horrorosos, simplemente porque jamás había visto ninguno personalmente. Supongo que un avión para Velázquez podría ser como un león para Goya: algo que imaginar, que inventar. Para un artista figurativo es impensable la fidelidad al modelo... ¡si no tiene un modelo!

    Y por último, respecto a lo que comentas sobre que "sabemos que (el "Guernica" de Picasso)representa un bombardeo estratégico contra una población civil e indefensa"... No sé, yo creo que discrepo contigo. Y para eso hay un testigo excepcional, alguien que puede darte unas sorpresas fabulosas en este sentido: la maravillosa inocencia de un niño. Tú enséñales el "Guernica" a mis sobrinos Leonardo y Miguel Ángel (que son las niñas de mis ojos y les encanta la pintura, cosa nada extraña porque sólo los nombres casi son premonitorios) y pregúntales (sin explicarles nada de lo que representa, por supuesto) qué les parece el cuadro... Te llevarías la sorpresa de que reconocerían en él el dolor, la muerte y la tristeza sin necesidad de saber lo que es un Fiat italiano o un Heinkel-He 111 alemán... (Que, por cierto, no tienen referencia alguna en el cuadro).

    Mira... No lo he probado aún, pero me has dado una idea.

    Saludos y abrazos, Sebas.

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