Hoy he ido a visitar a mi madre al hospital. Gracias a Dios, está ya casi repuesta de un susto que nos dió la semana pasada y probablemente en unas horas le darán el alta.
Ha pasado estos días tristes de enfermedad junto a una compañera de habitación, una anciana llamada Toñi, a la que acompaña su hija Charo, que la trata con un cariño, una ternura y una dedicación admirables.
Toñi tiene cáncer de hígado. Está deshauciada, y aunque los médicos la han operado de urgencia esta misma mañana, Charo sabe que su madre no saldrá viva ya del hospital. A pesar de ello, o quizás especialmente por ello, los cuidados que le procura son dignos del más fiel, amoroso y entregado de los hijos...
Hoy había prometido llevarle a Charo y a Toñi unas fotos de los últimos medievales para que viese lo bien que lo pasamos y lo curioso de nuestra indumentaria. Como no las he encontrado, he decidido llevarme el traje nuevo que estrené en Anento y ponérmelo en la habitación para que lo viesen.
A Toñi la han cambiado de habitación, ahora está en la de enfrente. Así que después de saludar a mi madre, me he dirigido a la habitación de Toñi para enseñarle el traje. Estaba dormida, pero a pesar de todo me lo he puesto para que lo viese su hija Charo... Entonces la anciana (entubada, con goteros, con mascarilla, enchufada al oxígeno y con un cuerpo que poco a poco se va consumiendo sin remedio) me ha mirado, ha sonreído y me ha dicho:
"¡Madre mía, qué majo estás!"
No era ninguna revelación, ningún momento mágico ni nada por el estilo. La pobre mujer me ha mirado con cara de alegría (siempre ha sido una mujer fuerte y alegre, según me ha contado su hija), ha sonreído con la boca y los ojos y por unos instantes ha sido un poquito más feliz. Al menos, ha visto algo más que los cuidados de su hija y la fría habitación de un hospital.
Luego he pasado a la habitación de mi madre, vestido con el traje, y ella y mi padre me han mirado con reprobación y vergüenza, como si no me conociesen. "¿Dónde vas haciendo el payaso de esa manera?", me ha dicho mi padre...
Pero me importa un bledo...
Hoy he hecho una buena acción... Me lo han dicho los ojos de una anciana moribunda.
Ha pasado estos días tristes de enfermedad junto a una compañera de habitación, una anciana llamada Toñi, a la que acompaña su hija Charo, que la trata con un cariño, una ternura y una dedicación admirables.
Toñi tiene cáncer de hígado. Está deshauciada, y aunque los médicos la han operado de urgencia esta misma mañana, Charo sabe que su madre no saldrá viva ya del hospital. A pesar de ello, o quizás especialmente por ello, los cuidados que le procura son dignos del más fiel, amoroso y entregado de los hijos...
Hoy había prometido llevarle a Charo y a Toñi unas fotos de los últimos medievales para que viese lo bien que lo pasamos y lo curioso de nuestra indumentaria. Como no las he encontrado, he decidido llevarme el traje nuevo que estrené en Anento y ponérmelo en la habitación para que lo viesen.
A Toñi la han cambiado de habitación, ahora está en la de enfrente. Así que después de saludar a mi madre, me he dirigido a la habitación de Toñi para enseñarle el traje. Estaba dormida, pero a pesar de todo me lo he puesto para que lo viese su hija Charo... Entonces la anciana (entubada, con goteros, con mascarilla, enchufada al oxígeno y con un cuerpo que poco a poco se va consumiendo sin remedio) me ha mirado, ha sonreído y me ha dicho:
"¡Madre mía, qué majo estás!"
No era ninguna revelación, ningún momento mágico ni nada por el estilo. La pobre mujer me ha mirado con cara de alegría (siempre ha sido una mujer fuerte y alegre, según me ha contado su hija), ha sonreído con la boca y los ojos y por unos instantes ha sido un poquito más feliz. Al menos, ha visto algo más que los cuidados de su hija y la fría habitación de un hospital.
Luego he pasado a la habitación de mi madre, vestido con el traje, y ella y mi padre me han mirado con reprobación y vergüenza, como si no me conociesen. "¿Dónde vas haciendo el payaso de esa manera?", me ha dicho mi padre...
Pero me importa un bledo...
Hoy he hecho una buena acción... Me lo han dicho los ojos de una anciana moribunda.
Hola Enrique!!
ResponderEliminarMe alegro que tu madre este bien y que no haya sido nada, más que un susto :)
Que buena persona eres, Enrique... Siempre he admirado tu amabalidad y tu naturalidad... desde luego que has hecho una buena acción :)
¿que tal en Peracense?... al final no pudimos ir :(
Besitos!!
Hola Enrique:
ResponderEliminarHe leído tu comentario y una vez mas quería felicitarte… por esa amabilidad y bien hacer que te caracteriza… ¡Vaya detalle dedicar tiempo y esfuerzo por esas personas a las que ya solo podemos darles un poco de… AMOR
No te preocupes por otros puntos de vista… los adultos sabemos qué es lo importante…
Y tú eres… un maestro en muchas cosas… ¡Con ese corazón más grande que tu pecho!… ¡Y mira que eres grande!
Un abrazo grande de un amigo que te admira
Javier Morera Betés
Hola Enrique:
ResponderEliminarEs admirable tu papel como recreacionista, pero todavía lo es más cuando se trata de alegrar un poquito la cara de una anciana enferma, encerrada en cuatro paredes. Es una buena acción y una buena lección para tus semejantes.
Tu amiga y seguidora del blog.
Olga. Gracia.
Muchas gracias por vuestros comentarios, pero en realidad yo no tenía intención expresa de hacer una buena obra. Simplemente quería "fardar" de vestimenta. Lo demás vino por añadidura, en serio. Y me alegro de haberlo heho...
ResponderEliminarMe ha sobrecogido.
ResponderEliminarLas letras que nos has ofrecido son pura humanidad.
Vaya, me alegro de que te haya gustado. La verdad es que tampoco me lo había propuesto. Los mejores momentos de la vida muchas veces los brinda precisamente la improvisación.
ResponderEliminarPor cierto... si no es indiscreción ¿Quién eres?