Bueno, pues han caído los 43. El 19 de agosto...
No es una edad avanzada, ni tampoco especial. Hace ya tres años que cargo con la cruz de los 40 y, la verdad, tampoco es que me suponga un esfuerzo adicional. Dicen que uno tiene la edad que le marca su corazón, no sus años, y yo en algunos aspectos no he pasado de los 17 o, como mucho, la mayoría de edad. Por suerte o desgracia todavía conservo la capacidad de asombrarme por cosas por las que mucha gente de mi quinta ya está de vuelta y ya no les extraña nada.
Dejad que os cuente un secreto...
Hace unos años (creo que estaba a punto de cumplir los 35 o por ahí) escuché una mañana a mi madre conversando con mi hermana. Yo estaba en mi habitación, ya despierto, (el castillo de Zufaria aún estaba en el aire y la República Independiente de mi Casa se reducía a una habitación en la de mis padres) y ellas creían que aún dormía. No recuerdo exactamente las palabras, pero la conversación giraba en torno a mí. Y en esencia trataba de que a pesar de mi ingenuidad y de que la vida me destinaba muchos varapalos como fruto de mi falta de madurez para algunos asuntos, a ellas les gustaba esa forma de ser. Porque cierta inocencia trae consigo inevitablemente la bondad de corazón, y eso es sinónimo de buena persona. Lo mejor que uno puede tener escrito en su epitafio cuando le llega la hora... quiera Dios que dentro de muchos años.
Inocentón, inmaduro, falto de malicia, sincero... buena persona. Es una definición agridulce y tal vez no demasiado exacta, pero a pesar de todo me sigue gustando. Porque quien pierde por completo la capacidad de asombro y la confianza en que todavía quedan buenas personas en el mundo se convierte en una especie de Arturo Pérez-Reverte (el "lúcido" por excelencia) pero sin talento. Y eso es algo que me mortificaría bastante.
Por fortuna cuento con buenos asesores. Ante todo, mi familia, y especialmente mi madre (que siempre ha tenido una palabra, un abrazo, un beso y un gesto amables tanto en lo bueno como en lo malo) y mi padre, que es el ser más plasta, más pesado y más agonías que he conocido jamás ("apaga la luz, recoge ese libro, no comas tanto..." a veces me vuelve loco, de veras), pero al que quiero con todo mi corazón y quien me ha sacado de apuros y me ha evitado alguna que otra metedura de pata más que memorable. Luego mis hermanas, unas cabezas bastante más asentadas que la mía, siempre velando por que no cometa ninguna locura. Y también los amigos, que a pesar de mis meteduras de pata, incomprensiblemente, siguen confiando en mí y guardándome su amistad como un tesoro.
En fin... 43 años...
Y que dure...
Felicidades, jovenzuelo!!
ResponderEliminar¡¡Hombre, pues felicidades!!
ResponderEliminar¡Feliz cumple, cuarentaitresón!
ResponderEliminar43... Qué buena edad para escribir un primer libro. Contiene el cuatro, como los cuatro gatos, y el tres, como los tristes tigres. Esto es un augurio...
Bueno, en serio, que sean muchos más, y cuantos más sean, más inocentes e ingénuos, que de listillos y veteranos vamos bien servidos.
Fdo: otro de los del cuatro delante, qué se le va a hacer.
¡Qué bonita entrada!
ResponderEliminarYa te los felicité, pero nunca está de más desear felicidad a los demás.
Que cumplas muchos más y que nosotros los veamos.
Muchísimas gracias a todos, de veras. Es un gozo y una alegría cumplir años cuando se está rodeado de tan buena compañía...
ResponderEliminar