A mediados del siglo VIII, en el monasterio de San Martín de Turieno (hoy Santo Toribio de Liébana, Cantabria), vivió un monje benedictino llamado
Beatus, aunque probablemente su procedencia fuese toledana o aún andaluza, según distintas hipótesis. Era un monje de amplia formación teológica y humanística y de su mano se sabe que salieron varias obras, pero entre todas ellas destacan sus
Comentarios al Libro de la Revelación, una serie de reflexiones sobre el libro del
Apocalipsis de San Juan, que narra la versión cristiana del Fin de los Tiempos y que tuvo una influencia destacadísima en los albores de la Edad Media. Realmente es una obra de erudición pero sin gran originalidad, hecha sobre todo de compilaciones. Beato toma extractos más o menos largos de los textos de los Padres de la Iglesia , especialmente San Ambrosio, San Ireneo y San Isidoro. También está el comentario del Libro de Daniel por San Jerónimo
La organización de los
Comentarios de Beato está considerada por algunos investigadores como torpe y el texto a veces es redundante o contradictorio. En definitiva, se trata de una producción un tanto timorata, no dando pruebas de un gran espíritu de innovación. Así entonces... ¿Cómo tal libro, escrito en 776 y alterado diez años más tarde, ha tenido tal impacto durante cuatro siglos? Si la parte de Beato es muy reducida, la obra tiene por el contrario una traducción latina íntegra del
Apocalipsis de Juan, lo que puede en parte explicar su notoriedad.
Hay que tener en cuenta que cuando Beatus escribe su obra, la Península Ibérica acaba de ser conquistada por los musulmanes. Los cristianos se encuentran después de 711 ante el Islam como lo habían estado ante el Imperio Romano. No pueden practicar su culto durante el día; campanas y procesiones están prohibidas; las iglesias y los monasterios destruidos no pueden reconstruirse; las persecuciones toman a menudo un cariz sangriento. El Apocalipsis se presenta entonces como el libro de la resistencia cristiana. Los grandes símbolos toman un nuevo sentido. El Apocalipsis, que se había interpretado como una profecía del final de las persecuciones romanas, se convierte en el anuncio de la Reconquista. Es una promesa de entrega y castigo. El desciframiento es sencillo para las masas que creen, y este libro termina por adquirir, en la España ocupada, más importancia que los Evangelios. Es un mensaje de esperanza...
Sin embargo, la mayor difusión de la obra de Beato de Liébana no se producirá en este momento sino dos siglos más tarde, cuando el califato de Córdoba da sus últimos coletazos y la figura de Almanzor y su hijo Abd al-Malik se yerguen amenazadoras sobre la seguridad de los nacientes reinos cristianos. La cabalgadas, asaltos y expediciones de castigo musulmanas en tierra cristiana se multiplican a finales de siglo X (ataque a Santiago de Compostela por Almanzor en el 997) y comienzos del XI (expedición de Abd Al-Malik a la Ribagorza aragonesa en 1006) y es precisamente entonces (en realidad a lo largo de los ss. X y XI) cuando los Comentarios al Libro de la Revelación cobran nuevo interés y son bellísimamente iluminados y copiados en numerosos monasterios mozárabes.
Quedan una treintena de manuscritos coloreados del Comentario del Apocalipsis redactado por Beato. Veinticinco están completos. Veintidós tienen coloraciones. Pero una decena solamente pueden considerarse como antiguos. Uno de ellos es el que se conserva en la catedral de Gerona, como veíamos en la entrada anterior.
El famosísimo Beato de Gerona (970) fue realizado por el monje Emeterio y la monja Ende en el siglo X. Está escrit sobre pergamino y tiene 568 folios escritos a dos columnas y 114 miniaturas (algunas de ellas a toda una página e incluso doble página). Un detalle muy curioso que lo diferencia de los demás conservados es que los ojos de los personajes tienen la pupila unida al párpado superior, lo que les da una apariencia calmada, beatífica. Es el beato con más ilustraciones conservado y fue donado a la Catedral de Gerona en 1078. Se cree que su origen es leonés y que posiblemente se llevó a cabo en el Monasterio de Tábara, en la provincia de Zamora.
Como vemos, otra muy buena razón para visitar esta bella ciudad catalana, su catedral y su museo catedralicio...
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