jueves, 2 de diciembre de 2010

El monje de Sijena: una primicia

Monasterio de Nuestra Señora de Sigena

28 de noviembre del A.D. de 1276

In Nomine Domini Nostri Iesu Christi. Amen

Triste está hoy la mañana, vive Dios. Desde laudes se barruntaban nubes y faz ya dos días que la reúma me muerde el costado, así que non est extranyo que se desfagan agora las cielos en lágrimas de ángeles, que non otra cosa son las gotas de lluvia para una tierra sedienta como la nuestra monegrina, inmisericorde tanto para el payés que della se nutre como para el noble barón que sobrella cabalga con su hueste al llamado de su rey, que acaba de entregar su alma al Señor. Dios le acoja en su seno, si tal le apetece.

Mas non he fecho la presentatio de mi humilde persona, e como non fui maleducado en mis mocedades bueno será que vos diga que Lorenço de Zufaria es mi nombre e la de monge cillerero del Real monasterio de Nuestra Señora de Sigena mi actual condición. Más de veynte años face ya que profeso en el cenobio sigenense y en todo aqueste tiempo he tratado de olvidar cuanto malo viví e regocijarme en el recuerdo de lo bueno que también me ocurrió en otras tierras e otros tiempos en que era fuerte mi braço e mi espíritu presto a la aventura. Non faltó de lo uno ni de lo otro en mi luenga vida ni poco ni mucho, pues si bien buenos palos han vareado mi costillar y he derramado lágrimas et sangre de mis entrañas en lanzes que non creeríais, también he catado el divino calor de un cuerpo femenino y la gozosa humedad de unos besos de muger, ¡e aún de muchas!, sentido la brisa del mar en el rostro, contado las estrellas de la noche brillando para mí et gozado de otros muchos plazeres que de seguida vos contaré si la maldita reúma me lo permite.

Porque habéis de saber, mis nobles senyores e damas que a bien tenéis de leer mis chapuceros escritos, que el destino decidió desde mi cuna la tonsura como mi condición en la tierra, pues allá por las postrimerías del reynado de don Pedro II de Aragón, tristemente fenecido en lo de Occitania, siendo yo segundón de un pobre linage de infançones zufarienses y apuesto mozico de apenas 8 o 9 primaveras, fui enviado al cenobio de Nuestra Señora de Sigena por mi padre para que la Santa Madre Iglesia me alimentase, vistiese et educase en los latines et las teologías, ya que la tierra de mi casar me estaba vedada en favor de mi hermano Juan por derecho de mayorazgo.

Por non defraudar a mi buen padre et deshonrar a la familia, aprovechando mis buenas dotes de memoria et mi interés por las ciencias e las letras, apliquéme bien en el estudio del trivium y el quadrivium aprendiendo cuanto un bachiller debe conoscer con buena disposición, de tal modo que aún no había acabado la adolescencia et ya era ducho en la Gramática, la Dialéctica, la Retórica et otros saberes que habrían de serme muy útiles en el futuro, bien que entonces aún non lo sabía... Sin embargo -¡ay!- nunca fue mi ánimo propenso al celibato, et si notamos que el cenobio de Sigena es dúplice et en el convivimos fratres et sorores separados mas bajo el mesmo techo, podrán muy rápido sospechar mis amables lectores que el pobre Lorenzico en Sigena, a los dieciocho años et con la labia que Dios me dió et los estudios que yo mesmo me procuré, era como una antorcha encendida colgando de una crin de caballo sobre un pajar reseco...

Como non podía ser de otro modo... un buen día la crin se cortó et la antorcha cayó, más ardiente que nunca, sobre una novicia de apenas catorze años llamada Laura de Vandelvira, a la qual mis artes e ingenio sedujeron sin escape posible. Mas el bello romance de estas dos palomas en celo acabó de modo trágico, terrible, et me darán mis lectores licencia para callar lo que entre nosotros ocurriera, pues forma parte de esos recuerdos que la memoria se obstina en mantener dolorosamente vivos a pesar de mis ímprobos esfuerzos por enterrarlos para siempre.

Sabed sólo que vuestro pobre monjecillo hubo de huir precipitadamente de Sigena, de Aragón e aún de la Hispania, perseguido por la Justicia del rey don Jaime y uniéndose allende los Pirineos a un grupo de bachilleres y clérigos errabundos que se ganaban la vida con la goliardía...

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Lorenço de Zufaria se despertó aquella mañana con la boca pastosa, la garganta reseca y un dolor de cabeza descomunal. Hacía ya más de dos horas que el gallo había anunciado el amanecer en el patio del fondaco donde había pasado la noche y le costó regresar a la realidad cotidiana. Se incorporó sobre los codos y escuchó las roncas de su compadre Marcial, que todavía estaba en el reino de Baco, abrazando una jarra de vino cuyo escaso contenido se repartía entre el estómago del durmiente y el suelo del establo. Muy cerca de ellos rebuznó un jumento y una voz estentórea, parecida a la de la bestia que llevaba del ronzal, gritó:

- ¿Será posible? ¿Aún andan estos dos piojosos por aquí? ¡Arriba, malditos gandules, que encima de no pagar aún os tendré que traer un cuartillo de leche para que os desayunéis!

El posadero, que acababa de entrar en el establo para llevarse al borrico a la aldea y comprar víveres para su establecimiento, subrayó sus amables palabras con un donoso puntapié en la boca del estómago del pobre Marcial, que regresó de golpe del mundo de los sueños. Evidentemente la austeridad, el comedimiento y los maitines del cenobio sigenense quedaban ya muy lejos de las costumbres de los dos goliardos...

5 comentarios:

  1. Veo que lo de los goliardos te dio tan fuerte como para hacerle un liftin' a la trama...

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  2. Bueno... es un experimento. Y, sobre todo, es un comienzo. Tú mejor que nadie sabes que lo más duro es comenzar. El resto... bueno. Va surgiendo.

    Ah... ¡Y mis más calurosa enhorabuena por esa nueva novela!

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  3. Gracias, pero ya me la darás en persona, fray Lorenço...

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  4. Un gran fragmento Enrique, un principio prometedor. Pero creo que "herrabundo" se escribe "errabundo", a no ser que sea un neologismo para describir a un herrero que erraba. O a un errante que herraba, también.

    Un abrazo!

    Fortún de Ayala

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  5. Tienes razón... "errare humanum est"... :P

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