Retomemos, queridos cachorros, la crítica literaria como uno de los puntales de este mi blog...
El último mamotreto de más de 300 páginas que ha pasado por mi "scanner" literario particular ha sido este Imperator de la insigne columnista de El Mundo y tertuliana de la COPE doña Isabel San Sebastián (famosa también por sus "agarradas" verbales con el también periodista José Mª Calleja en diversos programas de TV, por lo que parece).
He de reconocer que no tenía yo referencia alguna de esta buena señora ni como columnista ni como escritora (aunque en algunas páginas interneteras de dudoso gusto se la llama "fachaperiodista"), por lo cual su última novela ha sido mi primer acercamiento a su labor literaria. Lo que me llamó la atención, sobre todo, cuando me lo dió a conocer mi estimado señor de Urrea fue el tema del libro: la Europa de comienzos del siglo XIII con su Occitania cátara en plena ebullición, su batalla de Muret, sus luchas entre güelfos papales y gibelinos imperiales, la 4ª Cruzada, la toma de Damieta y la excelsa figura de Federico II Hohenstaufen y Altavilla, rey de Sicilia y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, llamado "Stupor Mundi" (Asombro del Mundo) por su gran cultura (hablaba nueve idiomas y escribía siete en una época en que la mayor parte de los grandes monarcas apenas sabía leer ni escribir), su importante labor política y su pujante personalidad. Datos todos ellos que me animaron a empezar la lectura con cierto interés aunque con no poca reticencia, ya que me olía alguna soflama nacionalista de esas que me repelen bastante, vengan de donde vengan.
Pero no. Comencemos la crítica diciendo que no está mal, el mamotreto. Se deja leer, no se cae de las manos en los primeros capítulos y consigue enganchar al lector, si bien no de una forma obsesiva ni mucho menos impactante. Es de esas novelas que uno termina de leer porque ya que la has empezado tampoco la vas a dejar a mitad, aunque a veces entran tentaciones de hacerlo. Me pasó algo parecido con Corazón templario, de Enrique de Diego, otro mamotreto que me prestó Jesús Fidelis y que también me leí con cierto interés pero sin entusiasmo. Una novela de andar por casa, vaya, de las de leer con cierto agrado y olvidar con relativa facilidad...
El protagonista de Imperator debería ser Federico II Hohenstaufen, desde luego, a tenor del título, pero en realidad es la historia de una cátara (?) llamada Braira de Fanjau a la que se le da bien la lectura del Tarot (aprendida de su madre, cosa que ya me hizo torcer el morro porque a mí los "esoterismos" tipo Iker Jiménez en las novelas históricas me producen cierto sarpullido intelectual) y que gracias a su habilidad consigue formar parte de la corte imperial camelándose a la reina Constanza de Aragón (hermana de Pedro II y primera esposa de Federico), a la que conoce en el palacio de la Aljafería de Zaragoza después de huir de su Occitania natal tras haber ayudado inconscientemente al asesino de Pere de Castelnau, legado papal cuya muerte desencadenó la cruzada albigense proclamada por Inocencio III y liderada por el infame Simón de Monfort.
Circulan por las páginas del libro personajes como el desgraciado príncipe Enrique Hohenstaufen, hijo de Federico y Constanza, regente del Imperio a quien su propio padre mandó encarcelar por alta traición; Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Padres Predicadores y maestro de Guillermo, el hermano de Braira, que abraza la fe católica gracias al ardor y la capacidad oratoria del futuro santo; Gualtiero de Girgenti y su hijo Guillermo, ambos dos caballeros de intachable valor y rendidos amantes de su cátara esposa y madre doña Braira (que no lo debía ser tanto, pues los cátaros no reconocían el sacramento católico del Matrimonio); la reina doña Constanza de Aragón, ejemplo de princesas medievales bellas, inteligentes y astutas, pareja en virtudes a doña Leonor de Aquitania; el enigmático y arrogante Miguel Escoto, alquimista, médico y astrólogo asistente de Federico en la corte siciliana y otros muchos personajes menores que acompañan el periplo vital de doña Braira, la cual es tan virtuosa y desgraciada que da penica, la pobre, por tantas cosas que le ocurren, de modo que entre muertes y desapariciones de seres queridos (su padre, por ejemplo, en el castillo de Foix, la reina Constanza -su amiga y confidente- o sus propios esposo e hijo, a manos de los sarracenos) puede decirse que su única alegría en la vida había sido enamorarse de Gualtiero y pasar con él unas cuantas temporadas entre guerra y guerra, ya que Federico es un mujeriego empedernido y la Braira parece que está muy buena, de manera que Su Majestad Imperial manda al marido a casa Dios día sí y día también para poder tirarse a la cátara... sin conseguirlo.
Lo mejor del libro: las descripciones de la corte siciliana (con sus intrigas, intentos de asesinato incluido) y el propio Federico II, un personaje interesantísimo, para echarle de comer aparte (inteligente, impaciente, colérico, arrogante, culto, impulsivo y buen mozo) pero que refleja muy bien el carácter de un monarca medieval, enfrentado al mismo Papa y a Dios y su Santa Madre si se tercia con dos cojones bien puestos. A pesar de ser Braira el personaje que introduce los hechos, la figura de Federico y su biografía están bastante logradas y animan a emprender lecturas más profundas sobre este soberano (cosa que me parece imprescindible en una buena novela histórica). ¡Ah, y mencionar también que en el cómputo de nobles participantes en la batalla de Muret se hace referencia expresa a los "Fideles Regi" en general y a Aznar Pardo en concreto, cosa que siempre se agradece...!
Lo peor: una historia cogida en algunos puntos con alfileres y bastante mal resuelta (a mi modo de ver). Por ejemplo: el "gran secreto" de Braira, lo que oculta a todo el mundo hasta casi el final de la novela, es su condición de cátara... que no se manifiesta en absolutamente ningún momento de la novela. Ni "consolamentum", ni negación de los sacramentos católicos, ni proselitismo, ni voto de pobreza, ni nada que se le parezca, a pesar de lo cual ella sigue considerándose "hereje" en su fuero interno. En otro momento de la novela es comisionada por la reina Constanza para que se entreviste con su hermano Pedro II de Aragón... y Braira aprovecha el momento para hacer una visitilla ¡de dos años! a sus padres en Occitania, de manera que cuando se encuentra con don Pedro está en Muret y es testigo de la batalla en la que muere el monarca aragonés, de modo que se tiene que volver a Sicilia sin haber cumplido el encargo de su señora... Para ese viaje no se necesitaban alforjas, caramba... Y las descripciones de armas y pertrechos, de traca: doña Isabel no se ha documentado correctamente, pues habla de "armaduras", "broqueles" y "mandobles" en la batalla de Muret... Y algunas otras cosillas más.
En definitiva, y por resumirlo todo en una palabra: PRESCINDIBLE. De todo punto.
Pues yo, en una de esas ocasiones de zapeo indolente en la tele de la cocina, llegué un día hasta el canal Intereconomía, y me di de bruces con la señora San Sebastián presentando la novela. Me quedé un rato con ella, pues como es de suponer, el tema es muy de mi interés. Y así pude escuchar cómo durante un cuarto de hora la —entre otras cosas— escritora se dedicaba a asegurar que se había documentado históricamente para la novela tanto, tanto, tanto, que pasó el cuarto de hora y seguía diciendo cuánto, cuánto, cuánto. Al final, por fin, aclaró que la razón de documentarse tanto, tanto, tanto, era el poder presentar la Historia con mayúsculas, y que a ella no la iban a pillar hablando de coronas catalano-aragonesas ni de condes-reyes, cosa que, como es natural por otra parte, aplaudió mucho su presentador intereconómico (y yo también desde mi cocina). Lo malo fue que, para rematar, doña Isabel dijo, ahí en plan "a ver si os enteráis, tontorrones", que Cataluña no era reino, que era un condado que pertenecía al reino de Aragón.
ResponderEliminar—Gññññññ. Calma. Ha sido un lapsus —resonó el murmullo en las paredes de mi cocina—. Un lapsus. Seguro. Que se ha documentado mucho, mucho, mucho... Un lapsus.
Y ese mismo día, en una montonera increíble de "Imperatores" en Alcampo (yo también quiero que me publiciten así, con tantos, tantos, tantos libros), abrí un ejemplar para descubrir de entrada un mapa en que sí, tontorrones, Barcelona forma parte del reino de Aragón. Y como al César hay que darle lo que es del César, no me gustó el detalle. Y todo ese cuarto de hora de tanto, tanto, tanto documentarse, se quedó allí. Y con la crítica que acabo de leerte, profe, me terminas de disuadir.
En fin, habrá que seguir esperando al fraile ese que iba a contar sus memorias...
Unos por un lado y otros por el contrario, la Verdad nunca termina por imponerse. ¡Joder, que las cosas no son blancas o negras necesariamente!
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