Ya tenemos aquí el nuevo curso.
Estrenando libros, estrenando alumnos, estrenando vivencias y estrenando cargo con todo el orgullo: profesor en prácticas. Como suele ya ser costumbre inveterada en mi caso, me han tocado en suerte los alumnos de 1º y 2º de ESO. Me gusta trabajar con ellos. A veces me sacan de quicio, se vuelven insoportables, te obligan a pegar unos bocinazos ensordecedores, te cabrean, te enfurecen...
Pero también puedes comprobar con enorme satisfacción que todavía son capaces de asombrarse cuando descubren algo nuevo, algo que les enseña, que les enriquece, que les gusta o que les sorprende. Esas caras de incredulidad, de interés incluso (¡que ya es difícil teniendo 13 años en el 2010, con la cantidad de estímulos que les rodean en todo momento!), cuando les haces ver girar la Tierra sobre su eje iluminada por el sol, cuando les explicas que la emperatriz Teodora era una puta ambiciosa, bella e inteligente que alcanzó la cúspide de una sociedad dominada por hombres al casarse con Justiniano el Grande, o que la revuelta Niká del año 532 en las calles de Bizancio se saldó con 30.000 muertos bajo las espadas de la guardia imperial en el Hipódromo a las órdenes de los generales Belisario y Mundo son un verdadero cántico a la Enseñanza con mayúsculas, más allá de los mil sinsabores que rodean a nuestra profesión. Sí... me gusta trabajar con esos chiquillos.
Esta misma mañana he tenido una de esas experiencias maravillosas con ellos, una de las que te hacen sentirte orgulloso y te confirman que lo que haces sirve para algo:
Hoy, a quinta hora, les he explicado a mis alumnos de 1º de ESO (12-13 años) los movimientos de la Tierra, la sucesión del día y la noche y las estaciones del año con la ayuda de un pequeño globo terráqueo suspendido en un campo electromagnético y una linterna, bajando las persianas de la clase para darle más espectacularidad a la experiencia...Cuando ha sonado el timbre un alumno me ha dicho, literalmente encandilado... "Oye... ¿no nos puedes dar clase tú también la siguiente hora?".
Sí, no me cabe duda: momentos y preguntas como esas, para mí, justifican las horas al volante, la preparación de clases, el estudio de las oposiciones, la atención a los padres y los mil sinsabores de 12 años de trabajo en las aulas de ocho institutos de todo Aragón...
Estrenando libros, estrenando alumnos, estrenando vivencias y estrenando cargo con todo el orgullo: profesor en prácticas. Como suele ya ser costumbre inveterada en mi caso, me han tocado en suerte los alumnos de 1º y 2º de ESO. Me gusta trabajar con ellos. A veces me sacan de quicio, se vuelven insoportables, te obligan a pegar unos bocinazos ensordecedores, te cabrean, te enfurecen...
Pero también puedes comprobar con enorme satisfacción que todavía son capaces de asombrarse cuando descubren algo nuevo, algo que les enseña, que les enriquece, que les gusta o que les sorprende. Esas caras de incredulidad, de interés incluso (¡que ya es difícil teniendo 13 años en el 2010, con la cantidad de estímulos que les rodean en todo momento!), cuando les haces ver girar la Tierra sobre su eje iluminada por el sol, cuando les explicas que la emperatriz Teodora era una puta ambiciosa, bella e inteligente que alcanzó la cúspide de una sociedad dominada por hombres al casarse con Justiniano el Grande, o que la revuelta Niká del año 532 en las calles de Bizancio se saldó con 30.000 muertos bajo las espadas de la guardia imperial en el Hipódromo a las órdenes de los generales Belisario y Mundo son un verdadero cántico a la Enseñanza con mayúsculas, más allá de los mil sinsabores que rodean a nuestra profesión. Sí... me gusta trabajar con esos chiquillos.
Esta misma mañana he tenido una de esas experiencias maravillosas con ellos, una de las que te hacen sentirte orgulloso y te confirman que lo que haces sirve para algo:
Hoy, a quinta hora, les he explicado a mis alumnos de 1º de ESO (12-13 años) los movimientos de la Tierra, la sucesión del día y la noche y las estaciones del año con la ayuda de un pequeño globo terráqueo suspendido en un campo electromagnético y una linterna, bajando las persianas de la clase para darle más espectacularidad a la experiencia...Cuando ha sonado el timbre un alumno me ha dicho, literalmente encandilado... "Oye... ¿no nos puedes dar clase tú también la siguiente hora?".
Sí, no me cabe duda: momentos y preguntas como esas, para mí, justifican las horas al volante, la preparación de clases, el estudio de las oposiciones, la atención a los padres y los mil sinsabores de 12 años de trabajo en las aulas de ocho institutos de todo Aragón...
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