No sé... parece que es obligatorio hoy hablar de la Huelga ¿no?. Pues oye, hagámoslo con originalidad, con un ejercicio de práctica futurista a corto plazo:
ANTE EL ESPEJO:
Día 28 de septiembre de 2010. Miro la televisión, escucho la radio, leo los periódicos, me informo. España entera es un clamor:
DIGNIDAD. DERECHOS. PROTESTA. VOZ DE LA CALLE. ¡QUE LA CRISIS LA PAGUEN LOS RICOS!. ¡BASTA YA! ¡A LA HUELGA!.
Está bien, de acuerdo. La Reforma Laboral es una mierda. Me solidarizo. Hago oír mi voz, secundo la huelga y estoy orgulloso de ello aunque los sindicatos convocantes sean unos lameculos del gobierno que hacen las cosas mal y tarde. Grito en la manifestación, hago oír mi voz junto a la de mis compañeros y camaradas...
Llega el día 30. La huelga es, ha sido un éxito rotundo y, a la vez, un fracaso espantoso (cosas de las cifras, que son muy caprichosas y todo es "según el color del cristal con que se mira")...
Al gobierno de turno la huelga le parece un "sano ejercicio democrático" que demuestra un "claro espíritu de participación en el Estado de Derecho" (declaraciones de ZP en "El País del Mundo de la Vanguardia en el Heraldo de Aragón del Telediario de la Primera"). Educación para la Ciudadanía en vivo y en directo. Pero de retirar la Reforma, nones. Ya está aprobada y se va a llevar a cabo "velis nolis". Y que salga el sol por Antequera.
Y cuando a mediados del mes de octubre me veo con un recorte del 7% (que una huelga convocada "ad hoc", en la que también participé, no logró evitar), mas otro hermoso pico porque en la nómina de septiembre nos aumentan el % del IRPF para cuadrarlo al final de año, mas los cacareados 83 euros por haber hecho huelga el día 29... todo ello por el gusto de ejercer mi derecho a protestar, me miro al espejo al afeitarme. Amargado. Y una vocecita interior sustituye las grandes palabras, los discursos y las razones para decirme: ¡ERES GILIPOLLAS!. Digno, sí. Pero GILIPOLLAS.
Lo siento, pero paso.
Sé que los sindicalistas, la gente que cree de verdad en esa Voz de la Calle capaz de mover montañas y desestabilizar gobiernos, me pondrán a bajar de un burro. O lo supongo. Lamento que mi ejercicio de futurismo a cortísimo plazo suene a chufla, pero no voy a justificarme buscando razones. No hago huelga porque, a pesar de que me repatea la Reforma Laboral, no puedo permitirme el lujo de que me quiten casi cien euros de la nómina para que, además, la huelga no sirva para gran cosa.
Llamadme "pesetero", si queréis, lo admito plenamente, pero lo veo así de crudo.
Y quiero hacer constar que respeto y admiro a los idealistas que hoy hagan huelga por defender nuestros derechos laborales. Los de todos. En serio: los admiro y ojalá me lo pudiese permitir yo también.
Pero las grandes palabras (SOLIDARIDAD, DIGNIDAD, PROTESTA, LA VOZ DE LA CALLE y todo eso) no harán que el banco me perdone la hipoteca de septiembre, entre otras muchas cosas.
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