martes, 25 de octubre de 2011

Y ahora... ¿qué?

La semana pasada dos acontecimientos, uno en España y otro en el ámbito internacional, conmocionaron a la opinión pública y siguen provocando hoy un torrente de reacciones: el anuncio del abandono de la lucha armada por parte de los asesinos de ETA y la muerte del dictador libio Muamar el-Gaddafi...

No cabe duda de que ambas son buenas noticias, se miren como se miren. Desde una perspectiva puramente objetiva, que unos asesinos que han causado más de 800 muertes anuncien el fin de sus fechorías y la desaparición de un perturbado megalómano que trató a su país y a su pueblo como un feudo personal en el que tenía carta blanca para actuar a su antojo son informaciones que deben acogerse con alivio, con alegría, con esperanza... y con mucha cautela. Porque la pregunta que se impone tras la primera reacción es la que encabeza esta entrada. Vale, muy bien: "Y ahora... ¿qué?".

Por lo que respecta a la primera de ellas, los españoles estamos ya bastante quemados con los anuncios de una banda de alimañas que han convertido el País Vasco en un lugar donde impera el miedo cotidiano. Miedo a expresar libremente una opinión, miedo a quién puede estar escuchándola, miedo a mostrar tus propios sentimientos, miedo al vecino "abertzale" con pañuelo palestino al cuello, miedo al desconocido que te mira desde un coche en un semáforo, miedo a alzar la voz en un bar... Miedo a ser español (o sea, "fascista"... ¡Hay que ver con qué rapidez identifican algunos en este país las palabras "español" y "fascista" como si supieran lo que es eso!). Son ya varias las veces que los asesinos han emitido comunicados informando del "abandono de la lucha armada" y llega un momento en que ya no se puede creer en la ¿palabra? de un grupo de terroristas.

Todavía pululan por internet e incluso por los telediarios las lágrimas del Lehendakari Patxi López comentando la noticia y, francamente, me parecen lágrimas prematuras porque ni se ha anunciado la disolución de la banda, ni se ha pedido perdón a las miles de víctimas colaterales de sus desmanes (padres, madres, hermanos, amigos de los 800 asesinados por esa horda de impresentables), ni se ha entregado una sola de sus armas ni, mucho menos, se han presentado los asesinos que quedan sueltos ante las comisarías o los cuartelillos de la Guardia Civil de toda España con los brazos en alto, avergonzados, pidiendo clemencia y perdón. Así que menos lágrimas, don Patxi, que la cosa no es para tanto y la canción "Abandonamos la lucha armada" ya la han repetido demasiadas veces en Gara y nos la sabemos todos... Me parece pronto para darles -¡encima!- las gracias, máxime cuando sus amiguitos de Bildu, acomodados en sus recién estrenados cargos municipales (que es una cosa que me confunde y me subleva, porque se han encaramado a ellos a través de un proceso democrático), esperan ahora un abanico de concesiones a cambio de un éxito que no corresponde a nadie más que a las fuerzas del orden público que han ido acorralando a esa chusma hasta no dejarles una vía posible de escape...


En cuanto a Gaddafi... Bueno. Bien. Correcto (hasta cierto punto). Un dictador menos, sí, claro, una alimaña desaparecida (aunque mejor hubiera sido sentarlo ante un tribunal internacional y escuchar sus "razones" para poderle juzgar y condenar con plenas garantías de justicia). Sin embargo, ve uno los rostros crispados de la multitud que lo apioló en aquella alcantarilla de Sirte (un apropiado símbolo para una rata de cloaca que se rodeaba de vírgenes de ébano y ha acabado arrastrándose entre sus congéneres de rabo largo), los ve disparar al aire sus Kaláshnikov celebrando la victoria, los contempla desfilar satisfechos ante su cadáver mutilado y putrefacto en una cámara frigorífica y me recuerdan muchísimo a esos persas que en 1979 (ya ha llovido desde entonces) aclamaban a un viejo vestido de luto riguroso y con barbas de chivo llamado ayatollah Jomeini que, Corán en mano, expulsó al Sha Muhammad Reza Palhevi, puso a todo el mundo árabe con el culo en pompa mirando a La Meca, vistió a las mujeres con chador e incitó el odio hacia la decadente civilización occidental en nombre de una Revolución Islámica cuyas consecuencias más espectaculares se vieron un 11 de septiembre en Nueva York o un 11 de marzo en Madrid. También entonces hubo rostros de alegría, tiros de Kaláshnikov y manifestaciones en Teherán. Luego... vino lo que vino.

Así que ojo. Recemos al dios que nos dé la gana porque ETA se disuelva de una puta vez, entregue las armas y pida perdón a quien lo merece desde hace cuarenta años y así en el País Vasco desaparezca el miedo, y recemos para que el Consejo Nacional de Transición libio no se convierta en un Consejo de Salvación Islámico dominado por la Sharia que deje las cosas peor aún de lo que estaban con el descerebrado de Gaddafi. Y tal vez entonces sí podamos abrir legítimamente y de par en par la puerta de la Esperanza...

Igual hasta se nos olvidaba un poco la jodida crisis... Un poco, al menos.

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