La semana pasada dos acontecimientos, uno en España y otro en el ámbito internacional, conmocionaron a la opinión pública y siguen provocando hoy un torrente de reacciones: el anuncio del abandono de la lucha armada por parte de los asesinos de ETA y la muerte del dictador libio Muamar el-Gaddafi...
No cabe duda de que ambas son buenas noticias, se miren como se miren. Desde una perspectiva puramente objetiva, que unos asesinos que han causado más de 800 muertes anuncien el fin de sus fechorías y la desaparición de un perturbado megalómano que trató a su país y a su pueblo como un feudo personal en el que tenía carta blanca para actuar a su antojo son informaciones que deben acogerse con alivio, con alegría, con esperanza... y con mucha cautela. Porque la pregunta que se impone tras la primera reacción es la que encabeza esta entrada. Vale, muy bien: "Y ahora... ¿qué?".
Todavía pululan por internet e incluso por los telediarios las lágrimas del Lehendakari Patxi López comentando la noticia y, francamente, me parecen lágrimas prematuras porque ni se ha anunciado la disolución de la banda, ni se ha pedido perdón a las miles de víctimas colaterales de sus desmanes (padres, madres, hermanos, amigos de los 800 asesinados por esa horda de impresentables), ni se ha entregado una sola de sus armas ni, mucho menos, se han presentado los asesinos que quedan sueltos ante las comisarías o los cuartelillos de la Guardia Civil de toda España con los brazos en alto, avergonzados, pidiendo clemencia y perdón. Así que menos lágrimas, don Patxi, que la cosa no es para tanto y la canción "Abandonamos la lucha armada" ya la han repetido demasiadas veces en Gara y nos la sabemos todos... Me parece pronto para darles -¡encima!- las gracias, máxime cuando sus amiguitos de Bildu, acomodados en sus recién estrenados cargos municipales (que es una cosa que me confunde y me subleva, porque se han encaramado a ellos a través de un proceso democrático), esperan ahora un abanico de concesiones a cambio de un éxito que no corresponde a nadie más que a las fuerzas del orden público que han ido acorralando a esa chusma hasta no dejarles una vía posible de escape...

Así que ojo. Recemos al dios que nos dé la gana porque ETA se disuelva de una puta vez, entregue las armas y pida perdón a quien lo merece desde hace cuarenta años y así en el País Vasco desaparezca el miedo, y recemos para que el Consejo Nacional de Transición libio no se convierta en un Consejo de Salvación Islámico dominado por la Sharia que deje las cosas peor aún de lo que estaban con el descerebrado de Gaddafi. Y tal vez entonces sí podamos abrir legítimamente y de par en par la puerta de la Esperanza...
Igual hasta se nos olvidaba un poco la jodida crisis... Un poco, al menos.
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