martes, 12 de abril de 2011

Roa ataca de nuevo: VENGANZA DE SANGRE

Bien, mis cachorros...

Después de algunas entradas sobre temas varios de historia y vivencias personales, retomo mi afición a la crítica literaria para enjuiciar esta vez la obra de un amigo, lo cual ya resulta complicado desde el principio porque, además, soy juez y parte del asunto, ya que estuve presente en su presentación en Zaragoza y encima Sebas es Fidelis de Honor y nos menciona en los enlaces de internet en las páginas de su novela. Así que en este caso la revisión objetiva se hace difícil. A pesar de todo, lo intentaré...

Comencemos por decir que la obra se llama Venganza de sangre, que la edita Tropo editores, que está prologada por José Luis Corral y que, por el momento, ha ganado ya dos premios: el II premio de Novela Histórica de la comarca del Cinca Medio y el premio Hislibris de Literatura Histórica al mejor autor. No se puede negar que es un buen "Curriculum vitae" antes de empezar la lectura...

Todo lo cual no quita para que sea un "ladrillo", un verdadero "mantecao" de ochocientas treinta y nueve paginacas. Y ojo, mucho cuidado: cuando digo "ladrillo" hago referencia únicamente a su aspecto exterior, a la "masa" del libro, pues si bien la portada -obra del ilustrador Oscar Sanmartín-, es una preciosidad lo cierto es que ver más de 800 páginas encuadernadas retándote a leerlas asusta un poquito...

Sin embargo, cuando te metes dentro de la novela y empiezas a leer las peripecias de Artal de Exea en la conquista de Malta... descubres que estás equivocado porque como la novela tiene páginas para empapelar el templo del Pilar resulta que el protagonista no es don Artal sino su hijo don Blasco, que resulta que no es su hijo, y que cuando se hace mayor decide, por una parte, ingresar en la Orden del Temple y, por otra, jurar venganza de sangre a los asesinos de su madre y su criada. La cosa se pone bien...

Sin ánimo de destripar la trama de la novela, pues que sepáis que esa venganza lleva a don Blasco a cumplir una misión secreta para el Temple en Cerdeña, a sufrir en sus hermanos de Orden la persecución del papa Clemente V y su amo el rey Felipe el Hermoso de Francia, a huir a Escocia y ponerse a las órdenes del independentista Robert Bruce (a quien enseguida le pones la cara del actor Angus McFadyen, el de Bravehearth), a regresar a Aragón y luchar bajo las banderas de Jaime II y su hijo Alfonso en la conquista de Cerdeña y a muchas otras peripecias que acaban... como descubriréis al leeros el libro. Y todo ello trufado de personajes inventados y reales (el obispo Ponce de Gualbes, la corte de don Jaime de Aragón, el valenciano Gonzalo Zapata, el teutón bestiajo Konrad von Hesse, Catalina de Alborach...)

Pero para criticar la novela, mejor dejemos unas cuantas pinceladas:

- Blasco de Exea es un agonías. Me cae bien, es muy majo, muy buen chaval, muy pichabrava, muy valiente y muy diestro con las armas, pero es un agonías. Se pega la novela preguntándose si estará haciendo lo que debe mientras se va cargando a sus objetivos y al final... bueno, ya lo veréis. Vale que le estaban tomando el pelo con navaja y cuchilla de afeitar, al muy pardillo, pero aún así. Un agonías vengativo, oye.

- Teresa es un personaje que me ha desconcertado. Un poco fantasmagórico, como si pasase de puntillas por la trama, una especie de amor de juventud que no te imaginas que pueda volver a aparecer en la vida del protagonista... Y sin embargo, al final, mira tú...

- Al hilo de la anterior pincelada: en esta novela se folla mucho. Al menos, mucho más que en El Caballero del Alba. Yo he contado al menos siete u ocho polvos así, por encima. Y además narrados con sensualidad, sin palabras soeces ni barbaridades. Como tiene que ser. Pero de las cuatro mozas a las que conoce carnalmente Blasco, me quedo de todas, todas, con los ojos cerrados, con Leta. Me pone palote sólo de imaginármela. Mmmm... ¡Aaay, omá, qué rica...!

- Me cae bien Jaime II. Es un rey que se viste por los pies, con las ideas bastante claras y con una visión de estado espléndida. Quiere ser recordado como un gran monarca, y lo consiguió. Aunque solo fuese por su idea de crear nada menos que el Archivo de la Corona de Aragón. Sin él, Zurita no habría podido escribir jamás sus "Anales". Y Sebas lo sabe y te lo hace sentir.

- Por el mismo motivo, el primogénito de don Jaime es un imbécil retrasado (me recuerda mucho a algunos alumnos míos) y el príncipe don Alfonso es un figura, un tío majo, un noble señor bajo cuyo estandarte merece la pena luchar y por el que merece la pena morir.

- Hay situaciones en el libro que me han hecho esbozar una sonrisa por lo obvias... Concretamente, cuando cierta mujer hace planes imaginando a Blasco de Exea a su lado para toda la vida, feliz como una perdiz, me dije: "Joder tía... te quedan dos telediarios". Y me equivocaba. No le quedaba ni una pausa publicitaria...

- Lo de Escocia no me termina de cuadrar. Igual que lo que Mallorca en El Caballero del Alba. Vale, sí, gracias a esa trama el protagonista consigue cumplir otra parte de su venganza, pero... ¿P'a qué tan lejos? A lo mejor es que me chirriaba ver a uno de Ejea (¡Hala mañoooo!) combatiendo bajo el Cardo de Escocia, pero lo cierto es que una parte del "mantecao" se podría haber resumido un poquico más... Es sólo una apreciación.

- El ritmo narrativo de las batallas (Bannockburn, Lucocisterna, el asedio de Villadeiglesias) está muy logrado. Me gusta cómo lo trabaja Sebas, con esa mezcla de movimientos individuales y visiones más o menos panoramicas que te permiten estar en el pan (los protagonistas) y en las tajadas (la batalla propiamente dicha). Un acierto. Y si encima participan personajes conocidos y queridos por nosotros (Artal de Alagón, Ximénez de Urrea, el rey Robert Bruce...) pues miel sobre hojuelas...

- Catalina de Alborach: la primera feminista travestí de la Corona de Aragón. Desconcertante personaje. Segura de sí misma, diestra con el arco, dama guerrera donde las haya, más falsa que un denario de plomo (eso sí)... pero que se le hace el chichi agua de limón con Blasco. Hijo mío, debe ser que el mozo cantaba cada mañana eso de "tengo un cimbel matutino/ con la forma de un pepino/ que por delante echa gotas/ y por detrás le cuelgan dos pelotas..." Si no, no se explica que vayan perdiendo el oremus todas con el muchacho.

- Ferrer Zintero es un mamón al que le llegas a tener lástima. Tan almogávar, tan temible, tan bestia, tan hijoputa, tan machote, tan bravucón... Y al final resulta que es una vieja gloria, un despojo, un mierda. Eso sí: Sebas te deja clarísimo que hay almogávares y almogávares, aunque nunca "te puedes fiar de la promesa de un almogávar". La frasecita me hizo partirme la caja de risa. Y si en el momento en que se encuentran, en Villadeiglesias, Zintero llega a estar despellejando un conejo para comérselo, ya me da un ataque de carcajadas. Es una idea para el futuro, mira...

- El final de la novela estuvo a punto de defraudarme... Lo de José de Arimatea, la Sangre de Cristo, el cáliz de San Juan de la Peña y el obispo Ponce de Gualbes haciendo abracadabras me traía un tufo al Código da Vinci de los Templarios Masones Cátaros del Santo Grial que asustaba. Y al final no las tengo todas conmigo: ¿Realmente era Juan de Ramatayim (joder, con el nombrecito) quien le dicen a Blasco que es? ¿O va todo de coña? Es raro, raro, raro, pero me gusta porque al final parece que se impone la razón...

Me quedarían aún algunos personajes interesantes (eeeese señor de Urrea, eeese Artal de Alagón), así como las notas a pie de página (es una de las pocas veces que veo este proceder en una novela histórica y se agradece) pero vamos resumiendo, pues, que es gerundio: ¿Me ha gustado la novela? Mucho. ¿La prueba? Pues que la lectura de las ciento y pico últimas páginas se la robé al sueño, durmiéndome a las tres y media de la madrugada porque no fui capaz de dejar la trama cuando Blasco lee ciertas cartas en Valencia. Así dí clase yo a la mañana siguiente en el instituto...

Jodío Sebas... Ya tenían razón los montisonenses y los de Hislibris para darle los premios, ya...

4 comentarios:

  1. Gracias. Me la llevo orgulloso para mi blog de autor. A ver si podemos hablar largo y tendido en Calatayud (Veeente). Y repito: a mí me gustaba más Catalina, je ,je...

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  2. Está genial este resumen y muy divertido,me ha reido un rato.

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  3. Hombre, vamo a vé... Yo no te digo que Catalina esté nada mal, pero es que a mí me gustan las reales hembras, las de carnes pretas y macizas, esas que te pierdes entre sus pechos y caigas hacia donde caigas siempre tienes donde agarrarte. Y esa ambigüedad travestoide de la Cata no me termina de convencer. Que sí, que ya, que lo de imaginarse a la moza en sus cueros debajo del traje masculino es un puntico que pone mucho y da morbo, pero a pesar de eso me quedo con Leta... La veo más sensual, más entregada... Y casi puedo oir ese tintineo de llaves golpeando sus caderas al subir los peldaños que llevan a la habitación de Blasco en la fonda de Cáller, prometiéndole en cada paso un suspiro de orgasmo salvaje... No sé si me explico...

    Y en cuanto a Blasco, pues eso: un agonías. Pero, eso sí, en el sentido griego del término "agón", es decir, "lucha". Lucha contra sí mismo, contra sus convicciones, contra su destino...

    En fin, que ya hablaremos en Calatayud...

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  4. Fin de semana completo. Justas de San Jorge el sábado (por la tarde no pasé a saludar, que estábais muy atareados). Día del libro el domingo. Con esta crítica tan buena, y aprovechando para saludar a mis conocidos de Tropo editores, me lo agencié.
    En un par de días, cuando termine el que estoy leyendo ahora, le hincaré el diente.

    Un saludo de CeltiberoRamiroI

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