jueves, 20 de enero de 2011

Placeres cotidianos

Es mi trabajo, ya lo sé... Me corresponde hacerlo a mí, de oficio. Entre mis alumnos hay de todo y a todos tengo la obligación de enseñarles, cada uno en sus posibilidades. Y eso incluye también a los que la LOE conoce como ACNEE (Alumnos con Necesidades Educativas Especiales), que requieren una atención más específica. Así que no debería sentirme especialmente contento ni orgulloso. Y sin embargo...

Vale, empecemos por el principio...


Hace unos 4 millones de años, en las estepas africanas, vivió un homínido conocido como Australopithecus afarensis...

¡No, para, pesao! Demasiado principio...

Mejor os cuento lo que me ha pasado esta misma mañana. Resulta que entre mis alumnos del instituto tengo a dos o tres de estos ACNEE que os decía antes. Una de ellas es una chiquilla encantadora, muy majica, pero cuya capacidad mental está un pelín por debajo de la que corresponde a un alumno de 1º de ESO. Ello significa que necesita lo que los profes llamamos una "adaptación curricular significativa", que es la manera técnica de decir que con esta muchacha es necesario bajar un poco el listón de las exigencias para que la moza pueda alcanzar los objetivos generales de las diferentes materias del curso. No, no es un síndrome de Down ni una autista, simplemente tiene un poco mermadas sus capacidades intelectuales, pero es muy atenta y asiste a clase con un interés que ya lo quisiera yo en los que van de "listos". Esta niña sale de mis clases una hora a la semana para recibir atención especial en el aula de integración, donde se le explican con más detalle los conceptos que hemos visto en clase, pero mi labor como profesional de la enseñanza es adaptarme también a su capacidad de entendimiento y echarle un cable cuando la veo un poquito sobrepasada...

Esta misma mañana ha sido uno de esos momentos. Estaba mi jauría de 1º B haciendo un examen sobre la Prehistoria (instrumentos líticos, menhires y dólmenes, piedras pulimentadas neolíticas, arte rupestre y esas cosas) y la pobreta miraba hacia un lado y otro con aire de despiste y un poquito de congoja. Se veía a las claras que no sabía muy bien qué hacer con esa hoja llena de preguntas y fotografías que le había puesto delante, así que he cogido la silla, me he sentado delante de ella y le he dicho: "¡Hola!... A ver, Cris, dime qué es lo que no comprendes?"

Poco a poco la he ido orientando en los entresijos de la evolución del ser humano prehistórico, le iba preguntando "¿Para qué crees que puede servir esta piedra tallada que tienes en este dibujo? ¿Cómo hemos dicho en clase que se llamaba este monumento megalítico? ¿Qué tipos de figuras hemos visto en la cueva de Altamira...?" y la muchacha, con esta pequeña orientación de trabajo, respondía con acierto mientras le iba pidiendo que escribiese en la hoja eso mismo que me contestaba oralmente. Y así hemos completado, mano a mano, el examen. Algunos de los demás chicos (ya imaginaréis qué "perlitas") me miraban sonrientes diciendo "¡Vaya morro, joer, yo también quiero, que no me lo sé!" ante lo cual les he mirado seriamente y les he soltado: "¡Sí... pero vosotros NO habéis estudiado!". Y nadie ha comentado una palabra más.

Al finalizar la hora del examen han ido entregándomelo y saliendo del aula. Al llegar Cris a la mesa del profesor (sus compañeros ya estaban casi todos camino de la siguiente clase) me ha dicho: "Muchas gracias por ayudarme, Enrique". La he mirado con cariño y le he dicho: "Cristina, soy tu profesor de Ciencias Sociales. Mi labor consiste en ayudarte a aprender". Y ella sólo me ha cogido la mano y me ha vuelto a repetir: "Sí, pero muchas gracias". Y ha cogido su mochila para reunirse con sus compañeros, dejándome con una sonrisa aleteando en mi boca...

Y ya está. Sólo ha sido eso. Una pequeña anécdota de una labor cotidiana que, además, entra plenamente dentro de mis obligaciones. Nada especial.

Pero chicos... No acabo de entender porqué me siento tan bien, tan satisfecho y tan absurdamente contento.

4 comentarios:

  1. Debe de ser que se han conjuntado la satisfacción del deber cumplido y comprobar que el trabajo de uno a veces sirve para algo. De todos modos, amigo mío, eres un excelente comunicador y, al mismo tiempo, un divulgador nato. ¡Qué envidia me dan tus alumnos!

    Un abrazo,
    Ferran

    ResponderEliminar
  2. Debe de ser gratificante por las dos partes.
    ¡Me ha encantado el texto! Es muy bonito.

    ResponderEliminar
  3. EPÍLOGO:

    Cristina aprobó la evaluación... Sacó un 6'75 en el mismo examen que otros compañeros suyos, con todas sus facultades intelectuales intactas, han llegado a suspender con un cero redondo como rueda de camión...

    ResponderEliminar