sábado, 26 de mayo de 2012

El cronista Enrique de Çaragoça (3): nuevos descubrimientos

Abro esta tercera entrada sobre el anciano cronista medieval Enrique de Çaragoça para comentar a sus ávidos lectores dos noticias que sin duda agradecerán en grado sumo. Ya en su momento dediqué más de una entrada acerca del manuscrito de este interesantísimo personaje:

http://abriendocaminos-enrique.blogspot.com.es/2011/08/el-cronista-enrique-de-caragoca-2.html 

Su obra acababa con la llamada Crónica de Argüeso, en la cual eran evidentes las innumerables tachaduras y correcciones que se había visto obligado a hacer por causas que todavía desconocemos y que ojalá algún día se esclarezcan. Sin embargo algunos indicios encontrados en los últimos párrafos de esta crónica (como la ya comentada sentencia lapidaria "Stat amicitia pristina nomine, nomina nuda tenemus"), así como en ciertas glosas halladas al margen del códice "De Execchiae excelsis domini Eximinus de Focibus", que narra el extraordinario ceremonial de las exequias de Eximén de Foces en 1262 por un autor desconocido pero muy relacionado con Enrique de Çaragoça a tenor de su estilo narrativo me pusieron sobre la pista de un nuevo manuscrito cuyo paradero podría situarse originariamente en los alrededores de Huesca en la primera mitad del siglo XIV para siglos después pasar a Madrid en torno a 1650 e incluso a Italia, pues al parecer fue vendido a una familia -los Villagra- con fuertes vinculaciones con el reino de Nápoles y, sobre todo, Sicilia.

Para no cansaros con más detalles, resumamos diciendo que finalmente logré tener en mis manos este segundo manuscrito de Enrique de Çaragoça, titulado "Feodorum Domini Nova Chronica" compuesto por otras doscientas treinta páginas de vitela encuadernada en cuero con el mismo tipo de repujado que el manuscrito anterior pero esta vez con algunas imágenes y una factura y caligrafía mucho más cuidada y que recoge un número aún no determinado de crónicas sobre eventos a los que concurrieron unos tales Feudorum Domini a cuyo servicio entró nuestro cronista tras lo que él llama "la trayción cántabra" y que estoy transcribiendo poco a poco conforme las voy descifrando. Por el momento se han transcrito ya las crónicas de Daroca, de la Obanada, de la Marató y de la Vall-llobera, estando pendiente la continuación de la Crónica de Monçón en la que ahora estoy trabajando. El manuscrito, desde luego, promete muchas sorpresas y de hecho ya me voy encontrando con alguna. Por ejemplo, en esta última crónica de Monzón acabo de transcribir unos párrafos en los que Enrique de Çaragoça manifiesta una vivencia íntima -cosa muy extraña en este personaje, por lo común reservado para sus pensamientos más personales- ocurrida en la villa montisonense y que resulta reveladora sobre su modo de pensar y de sentir:

Mas antes de llegar al amanecer desta segunda jornada he de contaros, mis amados lectores, en honor a la Verdad que se derrama siempre generosa en estos pergaminos, la seráfica visión que vuestro escribano tuvo la dicha e privilegio de contemplar antes de que el Dios de los Sueños extendiese sus alas sobre los cansados mesnaderos que en el pabellón montisonense pernoctaban...

Volvía el monje de los aliviaderos, cansado e somnoliento por los trabaxos de la tarde anterior, cuando una luz que de los Cielos descendía iluminó una presencia que en el lugar se hallaba et que non era otra que la de una mujer cuyo nombre jamás escribiré porque mi condición de noble caballero me lo impide et que, con naturalísima sencillez et sin punto alguno de lujuria, desnudaba su cuerpo de sayas e camisas antes de envolverlo en otras prendas más apropiadas para la noche. Quedó el escribano petrificado e absorto ante esa bellísima imagen, et non piensen vuesas senyorías en zafias lubricidades de viejo verde antes de acabar la lectura destos íntimos pensamientos, pues he de deciros que contemplé el maravilloso espectáculo que aquella cálida piel morena, desnuda como mi alma, ofrecía a mis sentidos con el embeleso y la sana mirada con la que un espíritu sensible se extasiaría ante la hermosa visión de una Afrodita de largos cabellos saliendo de las aguas iluminada por el suave resplandor de un rayo de luna. Fueron apenas unos pocos segundos de mágica y silenciosa contemplación antes de que la penumbra tragase de nuevo aquella belleza sublime que despertó en mi viejo corazón el recuerdo de otros días lejanos, cuando el ardor de la juventud aún latía en mis sienes y mis brazos estrechaban un cuerpo de mujer ofrecido en sacrificio sobre el altar de Venus...

Acostéme en mi camastro y me cubrí con las mantas abrazado a ese recuerdo, arropándolo en mi memoria, y fue sin duda esa imagen, junto a la facilidad con que mis muchos achaques alejan de mí la comodidad para dormir lejos de mi lecho solitario en el castillo de Zufaria, la que me impidió durante largas horas cerrar los ojos, ante los cuales veía aparecer cada instante que intentaba cerrallos la visión de aquella Afrodita rediviva, muchas veces emborronada por alguna lágrima caprichosa y aventurera que dellos se obstinaba en escapar para mi sorpresa y vergüenza, humedeciéndome las mejillas como el rocío las hojas de un roble al amanecer...

Interesantes reflexiones las de nuestro viejo amigo Enrique  cuyas palabras continuaré publicando conforme vaya descifrándolas, para deleite de sus muchos y fieles lectores. Además -y ésta es la segunda buena noticia- en breve tiempo será publicada en versión e-book la transcripción completa del primer manuscrito, ya que han sido multitud de amigos y compañeros de la Recreación quienes me han pedido que lo haga...

Nos vemos, pues, muy pronto con el anciano cronista.




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