jueves, 21 de octubre de 2010

Dados, Amor y Clérigos...


Ando yo últimamente muy lector...

Siempre lo he sido, pero es que en las últimas fechas (cosa de un par de meses, más o menos) me he "calzado" no menos de cuatro o cinco libros, alguno de los cuales tal vez me podría arrepentir de haber leído (ese Imperator que reseñé aquí mismo, sin ir más lejos) si no fuera porque la lectura siempre es un ejercicio extraordinariamente gratificante para los miembros del "Club Oficial de Odiadores de Belén Esteban" y... la televisión, en general.

Después de un par de semanas sin poder conectarme a internet (cosa que de todas formas recomiendo porque supone una cura de desintoxicación muy saludable para volver a poner los pies sobre la tierra sin perderse en el alienante mundo del Facebook, los foros y los blogs) debido a un virus gonorréico adquirido por visitar determinadas páginas innombrables sin preservativo, regreso a estos lares que tan abandonados tenía para retomar la casi ya adquirida costumbre de ofreceros una reseña de aquello que más me ha llamado la atención en esta reciente zambullida repentina en el mundo de las letras.

Se trata de un librito muy majo, muy curioso e interesantísimo cuya lectura ha tenido consecuencias importantes en mi modo de ver la recreación medieval... e incluso me ha servido de acicate para dar forma a una historia que tal vez -sólo tal vez- empieza ya a gestarse antes de plasmarla por escrito. Su título: Dados, amor y clérigos: el mundo de los goliardos en la Edad Media europea, del ensayista, poeta y crítico literario Luis Antonio de Villena, una obra ya vieja (la primera edición es de 1978) pero que constituye un auténtico clásico de la historiografía medievalista, muy recomendada en los seminarios y departamentos de Historia Medieval de las universidades españolas. Acaba de ser reeditada este mismo año y creo que merece la pena prestarle un poco de atención...

Para empezar, el tema. Últimamente quienes me conocen ya saben que mi personaje en Fidelis Regi se decanta hacia el mundo eclesiástico (nunca le agradeceré lo suficiente a mi querida y entrañable Rocío lo bonito que le quedó el hábito de monje que me cosió esta primavera), por lo que cuando vi este libro en la Librería General me entraron enseguida ganas de comprarlo (cosa rara... ¿verdad, maese Cornel?) y empaparme un poco del mundo goliardesco...


Pero ¿quiénes eran los goliardos?

No se sabe muy bien de dónde deriva el nombre, pero el autor del libro los define y describe como clérigos vagantes, peleadores, enamoradizos, cultos y mentirosos que habían abandonado sus estudios en el monasterio y tirado sus votos de obediencia y castidad a las letrinas (el de pobreza lo llevaban pegado a los hábitos: nunca fueron potentados) para dedicarse a recorrer los caminos, las villas, las universidades, las fondas, las tabernas y los burdeles de toda Europa viviendo de la caridad y el latrocinio en un constante "carpe diem" (disfrutad el momento) a salto de mata, expuestos a todos los peligros y placeres, componiendo poemas en latín, cantando canciones de taberna, pasando hambre, frío y calor, vendiéndose al mejor postor, renegando de la Iglesia y sus ministros (aunque no de Dios ni de la Fortuna) y... follándose lo que se les ponía a tiro (prostitutas -gratis- y criadas de buen ver, generalmente) a fuerza de recitar poemas y echarle mucho, muchísimo morro a la vida. Eran gentes sin amo ni señor, muy críticos con la sociedad en la que vivían (sobre todo con sus próceres: ricoshombres, monarcas, caballeros, obispos, cardenales y hasta el mismo Papa), imbuidos de cultura popular pero maestros en el arte de la versificación en latín, cuya obra más representativa (aunque en absoluto única) son los espléndidos Carmina Burana recopilados por Karl Orff en los años 30 del siglo XX.

Lo mismo podían ser secretarios de un noble que mendigos de ciudad, cortesanos palaciegos que profesores de Teología... Luis Antonio de Villena describe en este libro las vidas de algunos de ellos y hace una recopilación de sus poemas (traducidos al castellano pero también en su versión original latina) comparándolos con la lírica provenzal, la poesía de Amor Cortés e incluso las "cantigas de amigo" de la lírica galaico-portuguesa, marcando sus diferencias y llegando a conclusiones muy interesantes (también hubo goliardos en España, aunque pasado ya el apogeo goliardesco, a comienzos-mediados del siglo XIII). Y además lo hace el señor Villena con un estilo ligero, muy asequible y fácil de comprender, con abundantes ejemplos e incluso haciendo un ejercicio final de empatía con los personajes cuyas vidas y obras desgrana.

Vamos, que uno lee este Dados, amor y clérigos... y le entran unas ganas terribles de meterse en la piel de uno de ellos y contar sus peripecias por los caminos de Europa, huyendo de la Justicia y del monasterio, entrando al servicio de un caballero aragonés o echando un kiki con una criada jamona mientras canta eso de...

O, Fortuna
velut luna
statu variabilis.

Semper crescis
aut decrescis
vita detestabilis
nunc obdurat
et tum curat
ludo mentis aciem,
egestatem,
potestatem,
dissolvit ut glaciem.

No sé... Vamos, que me llama, me llama el tema goliardesco.

3 comentarios:

  1. ¡Uy, el pater, que se nos quiere despendolar en la próxima!

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  2. Pues igual... jejeje. Por cierto: los goliardos fueron los antepasados más directos de lo que en el siglo de Oro serían... ¡los tunos!

    Hay que ver. Cómo degenera la raza... ¡De los Carmina Burana al "Clavelitos"!

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  3. Por favor los tunos que tendran que ver por lo menos los actuales

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