lunes, 9 de agosto de 2010

PERACENSE, 2010

Esta pasada semana me ha ocurrido algo extraño... Muy extraño...

Escribo estas palabras desde mis posesiones en la vieja Zufaria, rendido casi por el sueño acumulado, pero todavía no sé muy bien si el sueño ha sido tal o si era una realidad.

He vivido, o me ha parecido vivir, durante cuatro días entre personas que no eran de este mundo. He entrado en un extraño vórtice del tiempo, en una burbuja que sin darme cuenta me ha trasladado a una época en la que el Honor, la Guerra, la Política, la Vida y la Muerte tenían un sentido radicalmente distinto al que hoy les damos...

He escuchado el tintineo de un martillo domando el hierro candente sobre un yunque, he oído el tañido de una campana llamando al cambio de guardia y a un sargento de armas echar unas broncas terribles a unos centinelas que no parecían entender que en su importante cometido descansaba la seguridad de las gentes acogidas al amor de los muros de una fantástica fortaleza de la frontera con el reino de Valencia en un momento en que vivir o morir dependía del sueño o la distracción estúpida de un soldado de la guardia...

He escuchado el rasgueo lánguido y bellísimo de un oud musulmán desgranando notas de música acompañando a una hermosa voz que entonaba canciones que traían el recuerdo de los jardines de al-Ándalus...

He vuelto a recordar los tiempos en que aún creía firmemente en Dios rezando el Ave Maria, Gratia Plena..., vestido de capellán benedictino, ante la imagen de Nuestra Señora del Castillo mientras una anciana dama que visitaba la capilla se persignaba como si estuviese en la Pulchra Leonina, en Santa María del Mar o en la misma Chartres...

He sido testigo del asalto a un castillo, he participado de su defensa y he visto, literalmente, correr la sangre a causa de tal lucha...

He visto, estremecido, combatir a dos nobilísimos caballeros, a dos Ricoshombres de Natura aragoneses buscando el Juicio del Altísimo por la posesión de una joya, de un sueño, de uno de los más hermosos castillos de la Corona. Y viendo esa lucha, reflexionando sobre ella, he lamentado en lo más hondo de mi corazón el haber frivolizado inconscientemente sobre la grandeza de aquellos sobre cuyos hombros descansó la construcción de un Reino, la defensa de un Trono y la salvaguarda de sus Leyes...

He soñado que estaba en Peracense, en el año de Gracia de 1210, y que Pedro II el Católico era el rey de Aragón...

O tal vez no lo he soñado. En cualquier caso, agradezco infinitamente tal sueño a todas y cada una de las personas (caballeros, herreros, meretrices, aguadoras, carpinteros, cocineros, freyres, soldados de mesnada, ricas damas, costureras, artesanos...), a todas las mesnadas amigas que lo han hecho posible con su esfuerzo, su tesón, su apoyo y esa pasión desatada por la Edad Media que nos une.

Eso es Peracense. Ese es el espíritu de la Mesnada Fidelis Regi...

GRACIAS A TODOS!!!!!!!!!!!!!

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