jueves, 3 de junio de 2010

El saco...

Es curiosa la cantidad de chistes de funcionarios que están corriendo de boca en boca estos últimos días...


En la panadería:

- Déme usted dos funcionarios...

-"baguettes", señora... se dice "baguettes"...

- "¿Por qué los funcionarios no creen en Dios?

- Pues porque piensan que no puede existir un Paraíso mejor que el que ya tienen..."

No soy nada corporativista, en absoluto. En el funcionariado español, especialmente, hay gente que se toca las narices la mayor parte del día. Son esos a los que el trabajo se les acumula, enseguida "se estresan" y piden la baja por depresión o directamente se bajan al bar a tomarse un desayuno de hora y media mientras dejan el expediente a medio tramitar durmiendo el sueño de los justos en la bandeja de su mesa. No individualizo. Simplemente digo que los hay porque conozco personalmente a alguno. Yo he visto a "compañeros" coger una baja médica y encontrármelos por la tarde cogiendo el tren en la estación, muy sonrientes, para irse a Barcelona, a Madrid o a Valencia a ver una exposición, un concierto o un espectáculo. Los hay, sí. No sé cuántos ni quiénes, pero algunos hay.


Pero existe un "saco" al que la sociedad echa enseguida, sin cortarse un pelo, a todo aquél que cobra del Estado, de la Administración Autonómica o de la Municipal. Lo mismo sea un médico (dicho sea de paso: a mí los médicos de la Seguridad Social me han tratado siempre con una amabilidad y una profesionalidad encomiables... Será que he tenido suerte o que no soy un tocacojones) que un bombero, un policía, un profesor, un administrativo, un barrendero o un secretario del ayuntamiento. Todos ellos, por el hecho de ser "funcionarios", son despojados del derecho a la duda y demonizados porque su trabajo es fijo, su contrato es inamovible y, por tanto, hagan lo que hagan van a seguir cobrando lo mismo aunque se toquen los huevos seis horas al día... Un prejuicio muy típico del ignorante que juzga sin saber ni conocer. Normalmente suele ser un tiparraco que empieza una conversación con un amable "¡Aber, ustez, atiéndame que yevo una ora esperando!" en lugar de un "Buenos días..." (las faltas de ortografía son intencionadas, que conste).


Así que como los "funcionarios" son unos privilegiados, todo lo que se les venga encima es bien recibido. "Un pico y una pala, es lo que les daría yo". "Sinvergüenzas". "Caraduras". "Desgraciaos". "Vagos de mierda"... "¿Os rebajan el sueldo? ¡Pues os jodéis, que para eso tenéis contrato fijo! ¡Que vivís como reyes!..."


Bueno, supongo que en un país cainita de envidiosos como el nuestro eso es algo que viene con el cargo, así que dudo mucho que pueda cambiarse esa mentalidad. De nada sirve decir que el puesto de funcionario no te lo regala nadie sino que te lo tienes que currar y que esa posibilidad está al alcance de cualquiera que tenga pelotas, voluntad y esfuerzo para hacerlo. Tampoco sirve de nada decir que no todos los trabajos que se cobran del erario público son iguales, ni mucho menos, y que la nómina -siempre poco abultada- está sujeta a todas las inspecciones, variaciones en la retención por IRPF, congelaciones y rebajas habidas y por haber, sin derecho a réplica. Ni tampoco que nos resulta imposible cobrar nada "en negro" porque la Agencia Tributaria nos tiene cogidos por los huevos ante cualquier duda en la percepción del salario. No hay remedio. Todo el mundo se inventa enseguida argumentos para llegar a la misma estúpida conclusión: vivimos como reyes y todo lo malo que nos venga encima es popularmente bien recibido y aplaudido por una chusma que, en el fondo, desearía alcanzar el Paraíso del empleo público para dedicarse (ellos sí) a magrearse la entrepierna entre el cortado de las diez y el bocadillo del mediodía.

Pero lo que de verdad me jode es el dichoso "saco". Me jode sobremanera que por el hecho de ser funcionario público (profesor de enseñanza secundaria, en mi caso), me alineen en el pelotón de los caraduras y me hagan pagar los platos que han roto sinvergüenzas que no cobran precisamente una nómina del erario público. Me jode una barbaridad ser profesor las 24 horas del día (las clases no se preparan solas, ni los exámenes, trabajos y ejercicios te los corrige un "negro", ni le puedes partir la cara a un alumno que te ha rayado el coche o te ha llegado a agredir cuando sales del instituto porque sigues siendo su profesor, ni puedes dejar de investigar nuevas metodologías al salir de clase, ni dejar de asistir a cursos de formación, ni muchas otras cosas que se salen de tu "contrato fijo" y que no te queda más remedio que cumplir para que el curso funcione razonablemente bien y tus alumnos aprendan... a pesar de sus padres) para que luego vengan unos ignorantes amargados que no saben hacer la O con un canuto y me arrojen al puto "saco" diciendo la memez más grande e injusta del mundo: "¡Hala, hala, no te quejes, que los profesores vivís muy bien!"


La madre que os parió. Si vivimos tan bien... ¿por qué no lo intentáis también vosotros y os apuntáis a este chollazo? ¿Qué os lo impide? ¡Vamos, adelante! ¿O es que no os atrevéis? Total, sólo hace falta tener una carrera universitaria, prepararte unos temas de oposiciones, presentarte junto a otros 850 y sacar la plaza por delante de todos ellos. Y una vez hecho esto, que está chupao, sólo tienes que desplazarte diariamente a medio centenar de kilómetros o más de tu casa (y volver), aguantar a una media de 75 alumnos diarios (la mayor parte de ellos desmotivados y son las mismas ganas de aprender que de tirarse por un barranco), prepararles unas clases que te van a costar un esfuerzo que nadie te va a agradecer (¡nadie!), asistir a tres o cuatro reuniones semanales, soportar exigencias (y a veces insultos, si no algo más grave) de unos señores a los que no conoces de nada pero que siempre están dispuestos a defender con uñas y dientes a su nene por muy gorda que la haya montado, tener un poco de cuidado para que no haya ningún navajero en el aula que te la jure, se quede con tu cara y su papi te meta dos hostias por no haberlo aprobado y ya está. A disfrutar de un "sueldazo impresionante" que te regalan por no hacer nada. ¡Y encima con tres meses de vacaciones, que esa es otra! No entiendo de ninguna manera por qué he visto salir de una clase a una compañera llorando de impotencia porque era imposible intentar siquiera enseñar a la panda de tarugos impresentables que le habían tocado en suerte y que le habían dicho "¡No me rayes, tía, vete a tomar po'l culo!"... Seguro que sus papás son de los que echan también al "saco" a la pobre chica. Con lo bien que se vive cobrando por no hacer nada.




¿Un pico y una pala? ¡A un aula os metía yo, armados sólo con un libro de texto, durante cuatro o cinco horitas a ver qué os parecía entonces cobrar a finales de mes un 7 u 8% menos del sueldo que, según vosotros, no nos merecemos, y con una retención añadida del 14% de IRPF! Anda, que no me iba a reír poco...




¡Y metéos el jodido "saco" donde os diga...!

15 comentarios:

  1. mi enhora buena por esta entrada.
    solo decirte que estoy deacuerdo con todo lo mencionado.
    tambien decir que coincido en que no todos los funcionarios son iguales.
    en relaccion a los profesores lo teneis muy crudo,en parte porque el profesor ya no tiene ninguna autoridad sobre los alumnos,gracias a las leyes de proteccion al menor,al ministerio de educacion etc.
    yo soy padre de cuatro hijos,y soy de esos a los que le jode que el profesor no pueda (y en algunos casos )no quiera reprender,castigar o darle si es necesario con la regla en la mano alalumno.yo tube que pedirle al jefe de estudios que castigara a mi hijo una semana sin recreo,por clavarle un lapiz a una compañera en la mano.en esto mi hijo ya tenia 12 años.
    pues al dia siguiente ya estaba en el recreo.
    en fin que no todos lo son pero aberlos ailos.
    sobre todo en el paro que te tratan como si fueran mejor que los demas porque ellos tienen trabajo,y tu vas a pedir una limosna para poder mal vivir.
    resumen que te felicito por tu labor y tu blog.

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  2. Muchas gracias por tus palabras.
    Sólo añadir que, a pesar de todo, me gusta mi trabajo, disfruto enormemente con él y sigo pensando que no hay malos alumnos sino leyes inadecuadas...

    A lo mejor por eso, porque encima disfruto haciendo mi trabajo, me gano todavía más el odio de los putos resentidos, que me llaman idiota por hacer lo que debo... Y aún se alegran de que me rebajen el sueldo.

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  3. Noto un ligero olor a chamusquina.
    Al final pagan el pato los de siempre, y ya lo venía yo diciendooooo...

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  4. Reflexiones sobre el estereotipo:

    Durante estos días estoy leyendo de estadísticas que, si bien no les concedo gran credibilidad, llegan a asustarme. En las más acojonantes se dice que dos tercios de la población española ve bien que el peso de la reactivación se cargue sobre los funcionarios. Es más, se supone que la gente, en general, considera esta medida justa o insuficiente (aún se debería meter más caña a los funcionarios). Ya te digo: no me lo creo. Simplemente porque yo conozco a mucha gente que trabaja en el sector privado y A) no nos consideran vagos maleantes, ni a mí ni al resto del funcionariado, y B) saben que esta medida no sólo será perjudicial a medio plazo para los funcionarios, sino que también arrastrará al sector público.

    En cualquier caso, otra cosa que he hecho estos días es examinar el estereotipo que se tiene del funcionario (muy relacionado con esa viñeta del jodido Borges que has plantado en tu entrada). He podido localizar a una chica que, dentro de lo malo, se mantiene en límites medianamente moderados. Es un comentario aquí: http://www.bloganavazquez.com/2010/05/15/queridos-funcionarios-dejamos-de-comprar-el-mundo/

    Bien, podemos sintetizar su visión de este modo:

    • El hecho de haber aprobado una oposición es algo que la mayoría de los funcionarios usamos como «escudo» (y aduce que ella, de la privada, también tiene preparación, a pesar de lo cual ha perdido poder adquisitivo en los dos últimos años y su sueldo no está asegurado).

    • Reprocha a los funcionarios que protestemos por los recortes, ya que nuestra meta no debe ser «enriquecernos». Que para eso mejor deberíamos haber optado por la empresa privada. No le parece bien que pretendamos que el Estado «nos haga ricos».

    • Esto te va a picar, Enrique: que a la mayoría de la gente le gustaría disfrutar del «elevado número de festivos y vacaciones del profesorado», y que hay profesores que sólo cuando conocen el sector privado se dan cuenta de lo bien que viven en el público.

    • Que los funcionarios tenemos prerrogativas que deben cambiar. Que no debemos olvidar que nuestros sueldos se pagan de los impuestos de todos y, claro, si la recaudación es menor, eso debe repercutir en nuestros salarios. Cosa que sería justa, por cierto, porque es lo mismo que está pasando en la empresa de la chica en cuestión.

    Ahí lo dejo.

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  5. Y a falta de moderación, me parece recordar que he puesto Borges por Forges... Ya me vale. Funcionario tenía que ser...

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  6. No merece la pena contestar, Sebas. Ya lo he dicho en mi entrada: la ignorancia es osada y el ignorante se atreve a opinar de todo cuanto no conoce sin ningún tipo de vergüenza...

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  7. Y por cierto, Sebas: vas a tener razón... Porque además la viñeta no es de Forges... es de un tal J. Morgan. Supongo que un "pringao" de esos que no tienen contrato fijo.

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  8. A mí ya no me quedan ganas de intentar hacerle ver al mundo muchos de sus errores. No sirve de nada y a mí me cuesta una barbaridad. Además, muchos de esos que despotrican contra el funcionariado (yo soy bombero en la Comunidad de Madrid), a la hora de hablar cara a cara con uno de nosotros no tienen los cojones ni los argumentos necesarios para seguir defendiendo las posturas que defienden detrás de las pantallas o entre la multitud.

    Te felicito por la excelente entrada que has editado y te doy el pésame por tener que soportar a muchos de esos insolentes púberes.
    Yo no podría estar en tu pellejo. A más de uno le habría soltado una hostia de órdago.

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  9. Gracias por tus palabras Víctor. Y no hace falta que me des el pésame: una de las mayores satisfacciones de mi trabajo consiste precisamente en ver salir del pozo de la ignorancia y de la desmotivación a chavales que antes de caer en nuestras manos no habrías dado un céntimo por ellos... Y eso se consigue con tesón, con ánimo, con trabajo y preocupándote por ellos. Merece la pena.

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  10. ¡Ah, y paciencia! ¡Carretadas de paciencia!

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  11. Sí, maravilloso y te aplaudo por ello, pero... ¿cuántos profesores tienen la valentía (o la capacidad) de ser una especie de filósofos para con sus alumnos?
    EStá claro que habida cuenta de la actitud de muchos padres y alumnos, los profesores ya no se pueden permitir impartir únicamente la materia específica encomendada.
    Han de impartir lecciones de vida, de moralidad, de actitud ante las situaciones con las que se van a encontrar.
    Quizá en otros tiempos también era necesario, desde luego, pero hoy día pienso que es mucho más importante.
    Vosotros, los profesores, y según mi punto de vista, tenéis una ardua labor. Como bien das a entender, pocas veces tenéis el respaldo de los padres.
    A veces pienso que lo que está sucediendo con la actitud de los chavales en las aulas y en la vida y no sólo con los chavales, sino con el resto de la sociedad, es algo que ha de evolucionar así, del mismo modo que un grano tiene que reventar y soltar su carga de pus.

    En fin, paciencia, sí.

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  12. Copio un e-mail recibido hace escasamente unos minutos de la madre de una de mis alumnas, en respuesta a tu último comentario...

    "Muchas gracias por su dedicación. Si mi hija ha cambiado de actitud, se lo debemos en parte a este trabajo desinteresado por su parte. Yo, mejor que muchas personas, valoro el trabajo de todos los profesores, sé que están desbordados y que el trabajo con las familias a veces, es muy ingrato.

    Transmita, si es posible, a todo el equipo docente nuestra gratitud por su comprensión y colaboración.

    GRACIAS"

    ¡Que sí, coño, que a veces hasta merece la pena trabajar en esto de la Enseñanza!

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  13. Pues felicidades.
    Necesitamos gente que se preocupe.
    Ojalá todo el mundo se tomara su trabajo con la profesionalidad que se requiere, por muy simple o poco valorado que pueda ser este.

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  14. ¿Comprenden ahora todos los resentidos, tontos del culo y gilipollas que se alegran de que nos bajen el sueldo a los funcionarios por qué me jode tanto que nos metan en un saco al que muchos de nosotros no pertenecemos?

    Pues eso. ¡Que digan ahora una palabra si tienen huevos!

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  15. Me encanta eso de que una persona culta se atreva a decir "tontos de culo y gilipollas".
    Lo digo sinceramente y me encanta porque es necesario hacerle saber al mundo que decir las cosas como hay que decirlas es de sabios y no de locos o descerebrados.

    Al que es gilipollas hay que llamarle gilipollas y punto. Y si esta palabra la dice alguien con cierto sentido común e inteligencia, es cuando le otorgamos a la expresión un verdadero valor.

    Erich Fromm (psicólogo social, psicoanalista, filósofo y humanista alemán), decía lo siguiente en su libro "Del tener al ser":

    "En realidad, ciertas cosas hay que decirlas, aún a riesgo de que se tomen como ataques personales a gentes bienintencionadas".

    No es exactamente este el caso, pues estas gentes que juzgan al funcionario no son bienintencionadas y lo hacen llevados por una envidia típica de este país.
    No hace mucho, una amiga me decía que nos tendrían que quitar todos los derechos, a lo que le respondí que no es ese el camino. No es el camino quitarle a los funcionarios sus derechos, pues somos trabajadores. La solución es que ellos, en la empresa privada, luchen por conseguir lo que nosotros ya tenemos.

    ¡Cuántas envidias! ¡Cuánta suerte no trabajada nos atribuyen!

    Pues sí, tontos del culo y gilipollas.
    Ya está bien de esa hipócrita tolerancia tan de moda en nuestros días, que nos está llevando a confundir el respeto con el pasotismo, la desgana, el desinterés por otra cosa que no sea nuestra cartera y el todo vale.
    No señores, no todo vale y va siendo hora de que nos mojemos el culo y llamemos a las cosas por su nombre.

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