lunes, 28 de marzo de 2011

Cuidado: profe en crisis...

Hoy me he cabreado. Mucho.

Estaba haciendo una guardia a tercera hora, justo después del recreo, y todo iba más o menos bien hasta que he cogido el ordenador para enseñarles a algunos alumnos unas imágenes relacionadas con los derechos humanos y un par de críos han empezado a enredar con un botecito de "tippex" de esos que tanto les gustan para tapar errores en los exámenes... Y de repente, lo que era de esperar: el bote se ha abierto violentamente y la clase ha quedado como si un Gremlin hubiese estallado en un horno microhondas, pero en blanco...

Y al ver el chandrío, se ha despertado la fiera... ¡Y de qué manera!

Ha sido un subidón de adrenalina. He empezado a gritar como si me estuvieran quemando vivo y los he puesto a todos como chupa de dómine. "Guarros", "Cerdos" o "Puercos" ha sido lo más fino que les he soltado, pero lo más impresionante era el silencio que se ha hecho al ver "al Enrique" en una faceta tan, tan poco agradable. No se lo esperaban. Y a decir verdad, yo tampoco...

Ocurre muy poquitas veces. Una o dos al año, como mucho. A veces, según sean los alumnos, ni eso. No son muchos los que me recuerdan de esa manera. Y la verdad es que es algo positivo, dentro de lo inadecuado, porque libera tensiones que de no estallar quedarían dentro y saldrían de otra manera tal vez todavía más inadecuada (digámoslo claro: en forma de hostia). Sólo quienes luchamos contra la ignorancia enfrentándonos a un grupo de chicos y chicas desmotivados cada día sabemos lo que significan esas situaciones. No son agradables, desde luego, pero sí liberadoras... Vamos... ¡que te quedas como Dios!

Mientras gritaba con los nervios desatados, una voz interior (muy lejana y débil) me iba frenando las ganas de empezar a repartir candela diciéndome "¡cuidado, Enrique, que te buscas la ruina!". Y no, tranquilos. Nunca llega la sangre (literalmente) al río. Entre otras cosas porque suelo mostrarme mucho más enfadado de lo que realmente estoy. Y, además, es como una gaseosa: sale todo el gas y luego me quedo relajadísimo. Al mismo tiempo, la situación me parecía incluso hasta excitante. Era (y esto es una confesión que debe quedarse en las páginas de este blog) una jodida gozada ver las caras de susto de los pobres críos, que jamás antes me habían visto así. Era como una advertencia también para ellos. "Hasta aquí podéis llegar, chavales. Mucho ojo conmigo, que tengo la paciencia del Santo Job pero también hay un límite que si se roza, me hace estallar como una granada de mano..."

Mañana les daré algunas explicaciones, les daré a entender que todos somos seres humanos sujetos a limitaciones y les pediré disculpas porque comprendo que no ha sido un momento agradable para nadie. Hasta han venido profesores de otras clases para calmarme y sacarme del aula porque me veían capaz de hacer alguna barbaridad. No podían saber que, hasta cierto punto, había algo de teatro en una situación que tenía más controlada de lo que imaginaban.

En fin... Cosas que pasan en un aula.



No hay comentarios:

Publicar un comentario