lunes, 13 de julio de 2009

Las Navas de Tolosa. F. García Fitz

Tópicos. La Edad Media fue un período de guerras, de grandes batallas campales, de asedios y de asaltos, cabalgadas y algaradas. Y dentro de esas batallas campales, la carga de la caballería pesada, los grandes señores de la guerra batiendo el terreno sobre sus corceles contra las filas enemigas, las piernas estiradas y la lanza en ristre, era la que decidía el resultado del choque.

Topicazos aprendidos de una historiografía nutrida por las crónicas de quienes vieron en la guerra sólo su parte heroica, deslumbrados por las hazañas de los caballeros que, dicho sea de paso, les daban de comer, vestir y holgar. No es extraño que estos juglares, escribanos y amanuenses se vieran deslumbrados por los escasos grandes choques de ejércitos y narrasen con todo lujo de detalles su desarrollo, sin ahondar en el hecho de que precisamente esas grandes batallas eran algo extremadamente inusual que muy pocas veces se buscaba, puesto que su resultado era tan incierto y estaba tan en manos del azar que pocos monarcas medievales se atrevían a enfrentarse en campo abierto para medir sus fuerzas bien fuera contra musulmanes o bien contra otros monarcas enemigos.
Todo ello es muy claramente expuesto por el historiador Francisco García Fitz en su obra Las Navas de Tolosa, un estudio muy pormenorizado, documentado y ameno de esta batalla, sin duda la más importante de toda la Reconquista española y la única en la cual expresamente el rey Alfonso VIII de Castilla buscó el enfrentamiento con el Miramamolín almohade Yusuf al-Nasir con el fin de aniquilar su ejército impidiéndole la entrada en el reino de Castilla y acabando con la amenaza del Islam en sus territorios. Sólo así se explica tanto el acopio de tropas conseguido por el monarca castellano (contó con el apoyo de Aragón, Navarra, Castilla, las Órdenes Militares templaria y hospitalaria, tropas de los concejos de las principales ciudades del reino y gentes ultramontanas del Languedoc, que abandonaron el campo antes de enfrentarse a los musulmanes tras la toma de Calatrava la Real) como el tratamiento de Cruzada que concedió el papa Inocencio III a la campaña contra las fuerzas de al-Nasir.
Sin embargo -abunda en el tema el profesor García Fitz- una batalla de tales características fue algo completamente inusual en la España de la Reconquista. La guerra medieval, generalmente, se desarrollaba en forma de pequeñas acciones tales como asedios y asaltos a castillos y ciudades, cabalgadas para arrasar los campos circundantes, talas y quemas de bosques para privar de madera a los asediados y construir máquinas de asalto, destrucción de aldeas, ejecuciones y un cúmulo de otras acciones encaminadas al asedio de castillos y ciudades, el terror de sus pobladores (lo que llamaríamos "guerra psicológica") y la esquilmación de sus tierras para lograr su rendición.
Los ejemplos que ofrece el profesor García Fitz son innumerables: prácticamente la totalidad de las batallas en la Edad Media fueron encuentros producidos durante el asedio a una ciudad o la prestación de ayuda a los asediados. Y sólo Las Navas tuvo la peculiaridad de ser un encuentro buscado por los reyes cristianos ex profeso y con la intención expresa de aniquilar al ejército enemigo.
Una obra que merece la pena leer. Basten los párrafos precedentes para despertaros el gusanillo de querer saber más sobre el tema...

1 comentario: