martes, 26 de octubre de 2010

Sobre la Historia y el Espectáculo...



Los profes de Historia tenemos mala suerte...

Un matemático, un ingeniero, un químico, un farmacéutico... tienen la oportunidad de experimentar en vivo y en directo con el objeto de sus investigaciones. De no ser así, íbamos daos cada vez que nos pusiésemos enfermos, se nos estropease el coche o fallase la instalación eléctrica. Pero los historiadores lo tienen mucho más crudo. Sólo disponen de indicios, fuentes directas que es preciso analizar con lupa para poder concederles fiabilidad. Y muchas veces, ni siquiera así están libres de falsas interpretaciones o falseamientos de la Historia que pretendemos iluminar y dar a conocer.

A pesar de ello, aún suponiendo que con un enorme cúmulo de buena suerte y un trabajo concienzudo, a veces de toda una vida de estudio dedicada a un personaje o un período histórico, los grandes investigadores logren esclarecer de forma suficientemente fiable un determinado acontecimiento, una parcela de esa Historia que ha consumido sus horas de sueño y sus desvelos, a los profesores (transmisores de cultura) nos toca luchar contra los alumnos... y contra estereotipos que el público tiene grabados a fuego en la mente y resulta muy difícil modificar.

Dentro de las estrategias de enseñanza de la Historia, el máximo nivel de aprendizaje sólo podría obtenerse mediante la experiencia directa, lo cual únicamente es posible participando de forma personal en un acontecimiento histórico contemporáneo (al menos hasta que alguno de esos científicos suertudos logre inventar una Máquina del Tiempo). Muy por debajo de esa experiencia directa se encuentra la Dramatización del hecho histórico... Y ahí es donde siempre mordemos en hueso.

¿Dramatizar un hecho o un período de la Historia? Es decir... ¿RE-crearlo? Pues sí, se ha hecho infinidad de veces, especialmente a través del cine y la TV, los medios de comunicación de masas del mundo actual. Ahora bien: ¿de qué modo y, sobre todo, con qué intención? ¿Qué buscamos al ver "Master and Commander", "El Nombre de la Rosa" o "Amadeus"? Pues en mi opinión, cada uno de nosotros intenta llevar el agua a su molino y muchas veces de forma equivocada: el historiador busca fidelidad a las fuentes históricas; el público en general busca entretenimiento, diversión y emoción; el sastre se fija en el vestuario, el peluquero en los tocados, el soldado (o el interesado en la cosa bélica) se fija en las armas y en las cuestiones militares... Y el creador/director/productor de la película, la serie o el documental... se fija en el "share" o en la recaudación en taquilla. Y si para aumentarla tiene que sacrificar a la Historia en aras del Espectáculo (o de lo que el público ESPERA ver en la pantalla), de la Economía (muchas veces hacer las cosas bien y con rigor significa GASTAR lo que no se tiene... o no se está dispuesto a invertir) o lo Políticamente Correcto (para no herir sensibilidades), pues se sacrifica y santas pascuas. Ejemplos los tenemos a millares, y los más recientes están aún ardiendo: "Hispania", "La princesa de Éboli", "Águila Roja"...

Si nos ponemos estrictos, si enarbolamos el Manual y no permitimos pasar una pifia, la verdad es que no se salva del todo NI UNA SOLA producción cinematográfica o televisiva de ambientación mínimamente histórica. Todas patinan por el mismo sitio: las concesiones a lo espectacular, a lo que el público quiere, por el mínimo dinero indispensable. ¿Se puede compaginar rigor histórico con espectacularidad? Nada más fácil: ¡Anda que no tenemos episodios en la Historia suficientemente espectaculares como para reflejarlos tal cual fueron! Pero, claro, quedan más obstáculos: el dinero, que todo lo puede (se trata de gastar lo mínimo ofreciendo una historia emocionante: al rigor que le vayan dando, que es caro), o la corrección social, que muchas veces es incompatible con la Historia... Si un hombre le pega una hostia a una mujer en una película ambientada en la Edad Media y ese mismo individuo no muere entre atroces dolores pocos minutos después como justa venganza ante tal maltrato, empiezan a patinar nuestras neuronas feministas por todas partes sin pararse a pensar un segundo que lo habitual (hasta hace relativamente poco tiempo, y para algunos malnacidos todavía hoy mismo) era que el energúmeno actuase de tan salvaje modo como algo cotidiano, como una costumbre socialmente admitida y (¡pásmense!) incluso alabada...

Y claro... luego tienes la tentación de poner en clase una película "histórica" para que los alumnos entiendan un poco mejor la época que estás explicando y... te sumerges en un mar de dudas o acabas llevándote a Gomi a clase para que comente fotograma a fotograma las "pifias" que vaya viendo una tras otra.

Lo dicho: tenemos mala suerte...





HISPANIA (La leyenda)

Pues sí señor... Al fin la estrenaron, mireusté. Después de docenas de anuncios, una demora para que no coincidiera con otra serie estrenada por Telecínico y todo un despliegue mediático alrededor de la nueva apuesta "histórica" de Antena 3 (la primera fue "La princesa de Éboli"), este lunes estrenaron "Hispania" y un coro de ladridos y quebrantos procedentes de la jauría recreacionista talibán se lanzó sobre ella para despedazarla sin dejarle un hueso sano...

Que sí, que vale, que la serie es una mierda, en eso estamos todos de acuerdo. Que la ambientación es patética, que el vestuario y el atrezzo son de "Berska", de "Ikea" y de las sobras de "Gladiator", que la interpretación de prácticamente TODOS los actores es penosa, patética, horrible, que parece un culebrón venezolano a la "hispana", que Juanjo Ballesta es un macarra barriobajero metido a adolescente díscolo lusitano, que Lluis Homar se cree Lawrence Olivier en "Espartaco" y no llega ni a Roberto Benigni en "Asterix y Cleopatra", que los soldados romanos montan a caballo con estribos y llevan cascos de opereta, que las "falcatas" hispanas son de Deepeeka, que los cinturones, las hebillas, las fíbulas, los colgantes y los vestidos son de comparsa de Moros y Cristianos, en el mejor de los casos, que el argumento mezcla churras con merinas y habla de Hispania como si fuese una democracia autonómica buenrollista gobernada por el PSOE...

Todo eso lo sé, pero qué queréis que os diga... Primero, que no se trata de un documental sino de una ficción televisiva. Y, además, española para más INRI. Si la propia serie "ROMA" -con toda su cuidadísima ambientación- fue puesta a parir por los entendidos de turno, no se podía esperar menos de esta "cagada" hispánica que parece más un "Águila Roja" celtíbera que un intento serio de novelar la vida de Viriato (de quien, dicho sea de paso, se conoce muy poco). Segundo, que puestos a escoger, o apago la tele y me veo una buena peli en el DVD o, como mal menor, me conformo con este intento de llevar algo de cultura a una Caja Tonta dominada por el Gran Marrano de la Milá, el "Sálvame el bullarengue" del lindo Mermelada o "La Noria" de esa recua de mulas que tiran de ella los sábados por la noche. Por lo menos, es un intento y es de agradecer. Y tercero, que las tetas de Ana de Armas no están nada mal, aunque sea con transparencias.


Así que oye... A mí me ha gustado, con sus fallos y todo.

(¡AAAAAAaaaaay, Omá, qué rica!)

jueves, 21 de octubre de 2010

Dados, Amor y Clérigos...


Ando yo últimamente muy lector...

Siempre lo he sido, pero es que en las últimas fechas (cosa de un par de meses, más o menos) me he "calzado" no menos de cuatro o cinco libros, alguno de los cuales tal vez me podría arrepentir de haber leído (ese Imperator que reseñé aquí mismo, sin ir más lejos) si no fuera porque la lectura siempre es un ejercicio extraordinariamente gratificante para los miembros del "Club Oficial de Odiadores de Belén Esteban" y... la televisión, en general.

Después de un par de semanas sin poder conectarme a internet (cosa que de todas formas recomiendo porque supone una cura de desintoxicación muy saludable para volver a poner los pies sobre la tierra sin perderse en el alienante mundo del Facebook, los foros y los blogs) debido a un virus gonorréico adquirido por visitar determinadas páginas innombrables sin preservativo, regreso a estos lares que tan abandonados tenía para retomar la casi ya adquirida costumbre de ofreceros una reseña de aquello que más me ha llamado la atención en esta reciente zambullida repentina en el mundo de las letras.

Se trata de un librito muy majo, muy curioso e interesantísimo cuya lectura ha tenido consecuencias importantes en mi modo de ver la recreación medieval... e incluso me ha servido de acicate para dar forma a una historia que tal vez -sólo tal vez- empieza ya a gestarse antes de plasmarla por escrito. Su título: Dados, amor y clérigos: el mundo de los goliardos en la Edad Media europea, del ensayista, poeta y crítico literario Luis Antonio de Villena, una obra ya vieja (la primera edición es de 1978) pero que constituye un auténtico clásico de la historiografía medievalista, muy recomendada en los seminarios y departamentos de Historia Medieval de las universidades españolas. Acaba de ser reeditada este mismo año y creo que merece la pena prestarle un poco de atención...

Para empezar, el tema. Últimamente quienes me conocen ya saben que mi personaje en Fidelis Regi se decanta hacia el mundo eclesiástico (nunca le agradeceré lo suficiente a mi querida y entrañable Rocío lo bonito que le quedó el hábito de monje que me cosió esta primavera), por lo que cuando vi este libro en la Librería General me entraron enseguida ganas de comprarlo (cosa rara... ¿verdad, maese Cornel?) y empaparme un poco del mundo goliardesco...


Pero ¿quiénes eran los goliardos?

No se sabe muy bien de dónde deriva el nombre, pero el autor del libro los define y describe como clérigos vagantes, peleadores, enamoradizos, cultos y mentirosos que habían abandonado sus estudios en el monasterio y tirado sus votos de obediencia y castidad a las letrinas (el de pobreza lo llevaban pegado a los hábitos: nunca fueron potentados) para dedicarse a recorrer los caminos, las villas, las universidades, las fondas, las tabernas y los burdeles de toda Europa viviendo de la caridad y el latrocinio en un constante "carpe diem" (disfrutad el momento) a salto de mata, expuestos a todos los peligros y placeres, componiendo poemas en latín, cantando canciones de taberna, pasando hambre, frío y calor, vendiéndose al mejor postor, renegando de la Iglesia y sus ministros (aunque no de Dios ni de la Fortuna) y... follándose lo que se les ponía a tiro (prostitutas -gratis- y criadas de buen ver, generalmente) a fuerza de recitar poemas y echarle mucho, muchísimo morro a la vida. Eran gentes sin amo ni señor, muy críticos con la sociedad en la que vivían (sobre todo con sus próceres: ricoshombres, monarcas, caballeros, obispos, cardenales y hasta el mismo Papa), imbuidos de cultura popular pero maestros en el arte de la versificación en latín, cuya obra más representativa (aunque en absoluto única) son los espléndidos Carmina Burana recopilados por Karl Orff en los años 30 del siglo XX.

Lo mismo podían ser secretarios de un noble que mendigos de ciudad, cortesanos palaciegos que profesores de Teología... Luis Antonio de Villena describe en este libro las vidas de algunos de ellos y hace una recopilación de sus poemas (traducidos al castellano pero también en su versión original latina) comparándolos con la lírica provenzal, la poesía de Amor Cortés e incluso las "cantigas de amigo" de la lírica galaico-portuguesa, marcando sus diferencias y llegando a conclusiones muy interesantes (también hubo goliardos en España, aunque pasado ya el apogeo goliardesco, a comienzos-mediados del siglo XIII). Y además lo hace el señor Villena con un estilo ligero, muy asequible y fácil de comprender, con abundantes ejemplos e incluso haciendo un ejercicio final de empatía con los personajes cuyas vidas y obras desgrana.

Vamos, que uno lee este Dados, amor y clérigos... y le entran unas ganas terribles de meterse en la piel de uno de ellos y contar sus peripecias por los caminos de Europa, huyendo de la Justicia y del monasterio, entrando al servicio de un caballero aragonés o echando un kiki con una criada jamona mientras canta eso de...

O, Fortuna
velut luna
statu variabilis.

Semper crescis
aut decrescis
vita detestabilis
nunc obdurat
et tum curat
ludo mentis aciem,
egestatem,
potestatem,
dissolvit ut glaciem.

No sé... Vamos, que me llama, me llama el tema goliardesco.