En lo que llevamos de este año 2011, hasta principios de noviembre, 58 mujeres murieron en España víctimas de la violencia doméstica. Sólo un 10% de ellas habían denunciado previamente a sus parejas, bien por miedo o bien por entender que las actitudes de sus maridos o compañeros sentimentales no merecían considerarse realmente como maltrato. Sin embargo, muy pocos maltratadores se tienen a sí mismos como tales, sino que están firmemente convencidos de que sus actitudes son las correctas y sus respuestas violentas son las adecuadas al comportamiento que creen observar en sus víctimas.
El Instituto de la Mujer ha destacado algunas de estas actitudes como "señales de alarma" que toda mujer debe apreciar y actuar en consecuencia antes de que degeneren en situaciones insostenibles o, en última instancia, en la muerte a manos de sus parejas... Antes de la bofetada, de la paliza, de la puñalada, estos son los indicios, en definitiva, que delatan al maltratador:
Celos compulsivos e irracionales: el maltratador suele ser un individuo con baja autoestima (aunque en principio no lo parezca en la vida cotidiana) que se considera a sí mismo una víctima (todos están contra él) y que vuelca esa frustración en la pareja. Es egoísta y considera a su esposa o compañera como un objeto de su propiedad, por lo que teme constantemente que le sea infiel. Así, el hombre trata de controlar en todo momento y compulsivamente la vida social y laboral de su pareja. inquiriéndola sobre con quién ha quedado, dónde y para qué, controlando sus llamadas de teléfono o mensajes y su correo electrónico y animándola constantemente a quedarse en casa ("con la pata quebrada") o a renunciar a la compañía de otras amigas que "no hacen más que llenarte la cabeza de pájaros". Estas recomendaciones, muchas veces, van reforzadas por un tono seductor, falsamente cariñoso y supuestamente protector, pero encaminado a mantener el control sobre la pareja y sustraerla de influencias externas al círculo doméstico.
Control del aspecto físico y la indumentaria: según el maltratador, "su mujer" debe vestirse y arreglarse exclusivamente para él. Por este motivo cuando considera que la pareja viste de un modo a su entender "descocado" o "indecente" se lo hace saber, en un primer momento, con mohínes de desprecio o palabras de reprobación y, si la pareja reincide, con reproches e insultos ("¡Pareces una zorra, vas vestida como una puta, te has pintado como una furcia para llamar la atención...!") reafirmando de este modo ante los demás que es él quien lleva el control de la vida en pareja y que no admite réplicas a su autoridad masculina. Esto lleva inlcuso a que la mujer se sienta culpable por haber tenido la osadía de vestirse o maquillarse a su antojo para sentirse cómoda, bien o simplemente a gusto consigo misma.
Desprecio privado y público de sus méritos: con el fin de minar la autoestima de la pareja, el maltratador no duda en menospreciar sus méritos y mostrar su desprecio hacia sus logros tanto en privado como en púiblico. El maltratador no ponderará jamás las virtudes ni los triunfos de su pareja si no es para colocarlos tras los suyos o enorgullecerse de ser el poseedor y amo de quien los ha conseguido. Frases del tipo "¡A saber lo que ha hecho esta zorra con su jefe para que le den ese trabajo!" o "¡Si no llega a ser por mí, que le dí unas clases particulares, esta negada no se saca el carné de conducir en la vida!" son frecuentes en la convivencia diaria o en reuniones públicas...
Arrepentimiento y sobrecompensaciones: generalmente el maltratador (muchas veces un hombre culto, inteligente y perfectamente tratable en sociedad) es un enfermo que no sólo hace sufrir a su pareja sino que él mismo tiene momentos de lucidez en los que entiende que su actitud es insoportable, lo cual lo convierte en un peligroso seductor. Es frecuente que tras un episodio de maltrato psicológico o incluso físico el maltratador muestre sincero arrepentimiento, pida disculpas apesadumbrado y sobrecompense a su pareja con regalos como flores, bombones, veladas románticas e incluso unas paradisíacas vacaciones de reconciliación. Esto lo hace especialmente peligroso, ya que tales muestras van acompañadas de mimos, atenciones, promesas y juramentos tan sinceros que -sobre todo al principio- la víctima se deja seducir por el verdugo, cree en su arrepentimiento y renuncia a tomar medidas. Pero está comprobado que el maltratador es un enfermo que, tarde o temprano, reincidirá en las mismas actitudes porque obedece a impulsos que no puede controlar... y que repercuten cada vez más peligrosamente en su pareja.
En definitiva: celos descontrolados, control de la indumentaria, desprecio hacia la persona y arrepentimiento súbito y aparentemente sincero tras el maltrato psicológico son indicios claros que deben alertar a la mujer antes del primer golpe o la primera paliza. Y son la señal de alarma para pedir ayuda llamando al 016... antes de que sea demasiado tarde...
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El Instituto de la Mujer ha destacado algunas de estas actitudes como "señales de alarma" que toda mujer debe apreciar y actuar en consecuencia antes de que degeneren en situaciones insostenibles o, en última instancia, en la muerte a manos de sus parejas... Antes de la bofetada, de la paliza, de la puñalada, estos son los indicios, en definitiva, que delatan al maltratador:
Celos compulsivos e irracionales: el maltratador suele ser un individuo con baja autoestima (aunque en principio no lo parezca en la vida cotidiana) que se considera a sí mismo una víctima (todos están contra él) y que vuelca esa frustración en la pareja. Es egoísta y considera a su esposa o compañera como un objeto de su propiedad, por lo que teme constantemente que le sea infiel. Así, el hombre trata de controlar en todo momento y compulsivamente la vida social y laboral de su pareja. inquiriéndola sobre con quién ha quedado, dónde y para qué, controlando sus llamadas de teléfono o mensajes y su correo electrónico y animándola constantemente a quedarse en casa ("con la pata quebrada") o a renunciar a la compañía de otras amigas que "no hacen más que llenarte la cabeza de pájaros". Estas recomendaciones, muchas veces, van reforzadas por un tono seductor, falsamente cariñoso y supuestamente protector, pero encaminado a mantener el control sobre la pareja y sustraerla de influencias externas al círculo doméstico.
Control del aspecto físico y la indumentaria: según el maltratador, "su mujer" debe vestirse y arreglarse exclusivamente para él. Por este motivo cuando considera que la pareja viste de un modo a su entender "descocado" o "indecente" se lo hace saber, en un primer momento, con mohínes de desprecio o palabras de reprobación y, si la pareja reincide, con reproches e insultos ("¡Pareces una zorra, vas vestida como una puta, te has pintado como una furcia para llamar la atención...!") reafirmando de este modo ante los demás que es él quien lleva el control de la vida en pareja y que no admite réplicas a su autoridad masculina. Esto lleva inlcuso a que la mujer se sienta culpable por haber tenido la osadía de vestirse o maquillarse a su antojo para sentirse cómoda, bien o simplemente a gusto consigo misma.
Desprecio privado y público de sus méritos: con el fin de minar la autoestima de la pareja, el maltratador no duda en menospreciar sus méritos y mostrar su desprecio hacia sus logros tanto en privado como en púiblico. El maltratador no ponderará jamás las virtudes ni los triunfos de su pareja si no es para colocarlos tras los suyos o enorgullecerse de ser el poseedor y amo de quien los ha conseguido. Frases del tipo "¡A saber lo que ha hecho esta zorra con su jefe para que le den ese trabajo!" o "¡Si no llega a ser por mí, que le dí unas clases particulares, esta negada no se saca el carné de conducir en la vida!" son frecuentes en la convivencia diaria o en reuniones públicas...
Arrepentimiento y sobrecompensaciones: generalmente el maltratador (muchas veces un hombre culto, inteligente y perfectamente tratable en sociedad) es un enfermo que no sólo hace sufrir a su pareja sino que él mismo tiene momentos de lucidez en los que entiende que su actitud es insoportable, lo cual lo convierte en un peligroso seductor. Es frecuente que tras un episodio de maltrato psicológico o incluso físico el maltratador muestre sincero arrepentimiento, pida disculpas apesadumbrado y sobrecompense a su pareja con regalos como flores, bombones, veladas románticas e incluso unas paradisíacas vacaciones de reconciliación. Esto lo hace especialmente peligroso, ya que tales muestras van acompañadas de mimos, atenciones, promesas y juramentos tan sinceros que -sobre todo al principio- la víctima se deja seducir por el verdugo, cree en su arrepentimiento y renuncia a tomar medidas. Pero está comprobado que el maltratador es un enfermo que, tarde o temprano, reincidirá en las mismas actitudes porque obedece a impulsos que no puede controlar... y que repercuten cada vez más peligrosamente en su pareja.
En definitiva: celos descontrolados, control de la indumentaria, desprecio hacia la persona y arrepentimiento súbito y aparentemente sincero tras el maltrato psicológico son indicios claros que deben alertar a la mujer antes del primer golpe o la primera paliza. Y son la señal de alarma para pedir ayuda llamando al 016... antes de que sea demasiado tarde...
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