jueves, 22 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD

Este año, no sé por qué, enfoco estas fiestas con un poco más de optimismo que el pasado. Tal vez sea porque hemos aumentado la familia en dos personitas maravillosas (Sofi y Damasito) , pero me siento más alegre de cara a estos días que nos esperan... Es posible que ese Niño Dios cuyo nacimiento celebramos (aunque pocos lo recuerden realmente) me recuerde esos dos rostros felices de mis nuevos sobrinicos, pero es cierto que contemplo estos días con mayor ilusión...


Así que lo dicho: Feliz Navidad a todos y que el nuevo año 2012 no nos traiga el cacareado Fin del Mundo sino el nacimiento de otro mejor...

martes, 20 de diciembre de 2011

La muerte del Justicia de Aragón

Felipe II de Habsburgo fue un rey notable...

Envuelto en una Leyenda Negra que llega hasta nuestros días, alimentada por episodios como la extraña muerte de su primogénito el infante don Carlos en 1568, el Tribunal de los Tumultos del duque de Alba en Flandes o el desastre de la Gran Armada (llamada "Invencible" por sus enemigos ingleses para ridiculizarla) en 1588, la figura de este monarca vestido siempre de luto riguroso, tenido por fanático, intransigente, déspota y de pocas luces (su apelativo de "El Prudente" siempre se ha asociado con una falta de iniciativa fruto de sus supuestamente escasas entendederas) se muestra siempre arropada entre tonos grisáceos, tristes, oscuros, protagonizando una "etapa negra" en la historia de España.

Sin embargo, basta con darse un paseo por el Real Sitio de El Escorial para darse cuenta de que la visión de Estado del monarca español estaba muy por encima de esa Leyenda Negra que injustamente se le atribuye y que, sin embargo, no roza siquiera a contemporáneos suyos como Isabel I de Inglaterra (que persiguió a los católicos con igual o mayor saña que Felipe a los luteranos o calvinistas) o Enrique IV de Francia (el de las guerras de Religión y lo de "París bien vale una misa"). Meticuloso en el trabajo (nunca dejaba de revisar por sí mismo los miles de legajos, peticiones y papeles que pasaban por su despacho diariamente), con excelentes conocimientos de astronomía, matemáticas y arte (atesoró para la posteridad la mayor colección de pintura flamenca del mundo), hijo de su tiempo y en muchos aspectos adelantado a la visión de futuro de las monarquías europeas (nunca, por ejemplo, dejó los asuntos de estado en manos de validos o primeros ministros, encargándose personalmente de dirigir sus reinos con mano de hierro), su política interior y exterior está cubierta de luces (Lepanto, Portugal, América) y sombras (Flandes, Inglaterra, la bancarrota económica, la Inquisición...), pero sus enemigos dentro y fuera de España han procurado siempre que las segundas oscurezcan y oculten a las primeras...

Hoy, sin embargo, se cumple el 420º aniversario de una de estas sombras, y tiene que ver directamente con el reino de Aragón. Ocurrió en 1591, cuando el secretario de don Felipe -Antonio Pérez, acusado de la muerte de Escobedo, hombre de confianza del hermanastro del rey, don Juan de Austria- escapó de las cárceles reales y halló refugio en Aragón, acogiéndose al Privilegio de Manifestados que amparaban los Fueros del reino bajo la jurisdicción del Justicia. Para evitar tener que renunciar a su autoridad, el rey logró que Antonio Pérez fuese acusado de herejía, cayendo entonces en manos de la Inquisisión y siendo trasladado a la Aljafería, prisión inquisitorial, sustrayéndolo de la jursidicción foral aragonesa. Pero el pueblo asaltó el palacio y liberó a Pérez el cual, a río revuelto, aprovechó la ocasión para marchar a Francia y dejar el zancocho a los aragoneses.

El resto de la historia es triste y conocido: harto de la situación, Felipe II ordenó a su capitán Alonso de Vargas que partiese hacia Aragón, entrando triunfalmente en Zaragoza el 12 de noviembre de 1591. Ocupada Zaragoza y en contra de la opinión de Vargas, el rey desató una represión con el objeto de castigar de forma ejemplar a los amotinados. El 18 de diciembre llegaron, secretamente, los despachos del rey a Vargas: debía prender y ejecutar al Justicia y enviar presos a Castilla al Duque de Villahermosa y al Conde de Aranda. La sentencia se ejecutó dos días después y el 21 de diciembre la cabeza de don Juan de Lanuza V "el Mozo" caía decapitada en la Plaza del Mercado de Zaragoza ante los soldados castellanos, ya que ningún aragonés quiso presenciar la ejecución...

Es bien cierto que cada acontecimiento histórico debe ser observado desde la perspectiva del tiempo y de las circunstancias que lo rodearon. Y en este caso, no es tampoco menos cierto que la actitud del monarca era la correspondiente a un soberano cuya razón de Estado se encontraba por encima de foralismos, localismos y peculiaridades regionales en beneficio de una visión global de la monarquía donde la autoridad real exigía por encima de todo ser obedecida para mantener la unidad de sus reinos. A pesar de ello, no obstante, la muerte de Juan de Lanuza no dejó de ser un contrafuero flagrante ante unas leyes que el propio monarca había jurado respetar. Felipe II, un gran rey, pero educado en Castilla y según los principios del autoritarismo castellano, rodeado de castellanos o de extranjeros que servían ante todo su política y convencido del carácter divino de su misión, no sólo ignoraba la realidad aragonesa, sino que además estaba incapacitado para comprenderla.

Y por ello, aún comprendiendo y respetando nuestra historia, que es la que fue y no puede cambiarse, Juan de Lanuza V seguirá representando siempre para mí a un digno funcionario celoso de los fueros aragoneses y consciente de su papel en la Historia, una triste sombra dentro de lo que pudo ser un reinado brillante de haber sido distintas las circunstancias...

MEMENTATE, DOMINI, QUIA IN ARAGONIA PRIMUM FUERUNT LEGES QUEM REGES...


lunes, 19 de diciembre de 2011

Víctima silenciosa


La de hoy es una vieja bella historia con un triste final actual...

París, 1798. Después de sus victoriosas campañas en Italia, Napoleón Bonaparte ha regresado a Francia y su presencia resulta incómoda para los miembros del Directorio, que recelan de la desmesurada ambición política del Pequeño Cabo corso. Para mantenerlo alejado del centro neurálgico del poder francés, deciden encargarle planificar la guerra contra Inglaterra y enviarlo al otro extremo del Mediterráneo a la conquista de Siria y Egipto, entonces en manos del Imperio Turco otomano, con el fin de interceptar las rutas con la India, de donde Gran Bretaña importaba numerosos productos, ahogando así al imperio colonial británico.

Napoleón planifica la campaña con su acostumbrada meticulosidad. No sólo piensa en debilitar a Inglaterra sino que en su mente megalómana ansía emular a su admirado Alejandro Magno e incrementar su popularidad para acceder al poder. Así, el 17 de mayo de 1798 una flota de trece buques de línea y más de 300 navíos con 16.000 marinos partió del puerto de Tolón llevando a bordo al ejército de Bonaparte acompañados por los buques de Génova, Ajaccio y Civitavecchia. En total más de 400 navíos tomaron parte en esta flota, así como 40 000 hombres y 10 000 marineros. Pero el general no lleva sólo soldados entre sus tropas. Egipto, Siria, Líbano, todo el Oriente están de moda en Francia, y Bonaparte no quiere perder la oportunidad de estudiar sus maravillas, para lo cual contrata los servicios de un comité de 154 sabios (historiadores, naturalistas, botánicos, ingenieros, arqueólogos, geólogos, geógrafos, cartógrafos, zoólogos, dibujantes, etc.) que van a acompañar a la Grande Armée en su campaña para levantar acta de cuanto descubran en las arenas del desierto.

Militarmente, la campaña de Egipto fue un fracaso. Tras la victoria contra los Mamelucos en la Batalla de Las Pirámides (21 de julio de 1798), Napoleón sufrirá un fuerte revés en Aboukir (batalla del Nilo) contra el almirante Nelson y se lanzará a la conquista de Siria, de la que regresó diezmado y con un ejército muy debilitado por el hambre, la peste y el cólera, decidiendo Bonaparte regresar a Francia dejando el mando en manos de Kléber, que acabó rindiéndose a los otomanos el 24 de enero del año 1800. Para entonces, Napoleón Bonaparte ya era Primer Cónsul de Francia después del golpe de Estado del 18 Brumario de 1799 y Egipto estaba fuera de sus planes políticos y militares...

Pero ese grupo de 154 científicos reclutados por Napoleón formaron la Comisión de las Ciencias y de las Artes de Oriente. Bajo la dirección de Vivant Denon, realizaron labores de ingeniería y urbanismo, introdujeron mejoras de infraestructura. Estudiaron la posibilidad de construir un canal entre el Mediterráneo y el mar Rojo desde Suez (el proyecto se materializaría años más tarde, durante el reinado de Napoleón III, y de la mano de Ferdinand de Lesseps); al mismo tiempo, exploraron el Nilo y los restos arqueológicos del Antiguo Egipto. Durante dos años recorrieron el país haciendo exploraciones arqueológicas, copiando textos, dibujando edificios antiguos, realizando estudios etnológicos, geológicos, zoológicos y botánicos... Decubrieron la famosa Piedra de Rosetta, que fue crucial para el desentrañamiento de la escritura jeroglífica egipcia llevado a cabo por Jean-François Champollion en 1822. Y aunque todo ello cayó en manos inglesas tras la rendición francesa (motivo por el cual la Piedra de Rosetta se encuentra hoy en el British Museum de Londres, al igual que los mármoles del Partenón y otras muchas obras rapiñadas por la codicia británica), el primer paso para la divulgación de los descubrimientos egipcios estaba ya dado pues todos estos trabajos quedaron recogidos en Description de l'Égypte, publicada en veinte tomos entre 1809 y 1822, que se convirtió en la máxima referencia de la Egiptología durante décadas, hasta el punto de que puede decirse que la expedición napoleónica a Egipto supuso el nacimiento auténtico de esta fascinante ciencia...

Hasta aquí la vieja y bella historia. Su final es un poco más triste...

Fuente: Nuria Tesón, El Cairo El País.com, 18 de diciembre de 2011

Un incendio durante los disturbios de El Cairo destruye el original de la 'Descripción de Egipto' encargada por Napoleón. Más de 160.000 manuscritos y mapas conservados en el Instituto Egipcio son pasto de las llamas.

"La libertad no es gratis", gritaba en Egipto un manifestante mientras huía de los golpes de los militares estos días de protestas. Y tenía razón. Diez muertos y más de 500 heridos en tres días respaldan su afirmación. Pero la represión del Ejército sobre los manifestantes ha dejado otra víctima colateral que no sangra ni grita pero arranca lágrimas de frustración: el incendio del Instituto Egipcio* q
ue albergaba la más importante colección de mapas y manuscritos del país y en el que se conservaba la copia original del Description de L'Egypte, los 24 volúmenes repletos de ilustraciones que Napoleón encargó a un grupo de científicos que le acompañaron durante su campaña en el país del Nilo.

Anoche los jóvenes manifestantes trataban de salvar del incendio algunas de las casi 200.000 obras que guardaba. 30.000 fueron rescatadas del fuego, según declaró Zein Abdel-Hadi, responsable de las bibliotecas y archivo egipcios, al diario egipcio Al-Ahram. El resto, reducido a cenizas, se pegaba hoy a la ropa y el rostro de los que miraban sin terminar de creerse la tragedia...

(*Fundado por el propio Bonaparte durante la misma campaña)

Así que... ¿Qué queréis que os diga?

Hijos de puta...

Hijos de la Grandísima Puta...