viernes, 17 de junio de 2011

Julio Lafuente

Hoy hemos celebrado una emotiva comida de despedida a un amigo. Julio Lafuente Borque, profesor de Secundaria y verdadero maestro de sus compañeros, ha pasado a mejor vida... La que le ofrece la jubilación después de un porrón de años dedicado en cuerpo y alma a esta labor docente que a todos nosotros nos entusiasma de un modo u otro, con sus alegrías y sinsabores, pero que llevamos en la sangre de forma permanente.

Yo conocí a Julio hace tres años y me pareció una persona extraordinaria y un profesional admirable. Un hombre que vive por y para la Enseñanza, que comprende perfectamente a sus alumnos y que no se limita a enseñarles Geografía e Historia sino, sencillamente, a ser -como él mismo dice- "buena gente". Buenas personas, buenos ciudadanos, buenos amigos, como él mismo lo ha sido y lo sigue siendo para todos. Aprendí con él más de lo mucho que me han enseñado todos los compañeros de trabajo con que me he encontrado por esos institutos de Aragón en los que me ha tocado en suerte desarrollar mi labor profesional. Pero, además, siempre he encontrado en él un auténtico compañero, un amigo al que pedir consejo en muchos otros aspectos además del profesional. Un hombre campechano, sabio, responsable, un profesor vocacional donde los haya, a veces entrañablemente cascarrabias pero siempre justo y cariñoso con todos. En el más estricto y amplio de los sentidos: un maestro.

Ha sido una velada magnífica, le hemos hecho un par de regalos para que nos recuerde siempre con todo el cariño que se merece y han asomado algunas lagrimillas en los ojos de todos a la hora de los abrazos y los brindis. Y el remate ha sido cuando, tomando un café ya a la despedida, han aparecido en el bar un grupo de sus alumnos que acaban de terminar los estudios de Bachillerato y que tuvieron la inmensa suerte de tenerle como profesor cuando sólo se asomaban a la vida de estudiantes de secundaria, en un entorno un poco amedrentador en el que afortunadamente se encontraron con el buen hacer y la guía de un magnífico docente. Le han dedicado unas palabras muy hermosas y le han regalado uno de esos mapas mudos de Europa que tantísimas veces han estudiado y repasado con él, pero esta vez firmado por todos con sus mejores deseos. Son chicos cuyo futuro estará siempre marcado por el trabajo y la dedicación de su profesor.

Desde mi blog, Julio, te deseo que a partir de ahora seas mucho más feliz incluso de lo que hasta ahora has sido y nos has transmitido a todos. Que la senda de la vida te lleve a viajar por todo el mundo, como deseas, a seguir atesorando vivencias y a compartirlas con todos los que te queremos. Y sobre todo, a que sigas siendo la excelente persona que eres.

Porque (guárdame el secreto, compañero)... yo de mayor quiero ser como tú.

Un fortísimo abrazo, amigo mío. Muchísimas gracias por todo y que tengas muy buena suerte, desde lo más profundo de mi corazón...


"LO QUE HACEMOS POR ESTOS CHICOS Y CHICAS DEJA HUELLA"
(Julio Lafuente)






domingo, 5 de junio de 2011

FEUDORUM DOMINI


Qué bien lo dijo Antonio Machado hace más de 80 años

"Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar.
Pasar abriendo caminos,
caminos sobre la mar.

Nunca perseguí la Gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres ni canción...

Yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón..."

Hace ya más de cuatro años tuve la inmensa fortuna de conocer a un grupo de amigos unidos por la pasión hacia la Edad Media que me convencieron para que formase parte de una aventura que con el paso del tiempo fue haciéndose cada vez más apasionante. Me gustó la filosofía de ese grupo, su camaradería, su sinceridad y su seriedad en la búsqueda de un recreacionismo documentado, culto y didáctico. Y me quedé con ellos porque les animaba el mismo espíritu de divulgación y de amistad que he buscado siempre en cualquier colectivo en el que me haya visto implicado.

Desde el principio me hicieron sentir un Fidelis Regi, primero como el barón Aznar Pardo y luego, poco a poco, dando forma al personaje del escribano Enrique de Çaragoça, al que toda la recreación medieval española (cosa que sabéis bien que no es exagerada) pronto empezó a conocer a través de sus crónicas, que eran leídas con tal atención y deleite que llegaron a convertirse en toda una responsabilidad y un orgullo para mí puesto que en ellas, de alguna manera, se reflejaba fielmente la esencia de nuestro trabajo y los sentimientos que despertaban los diferentes eventos recreacionistas a los que acudí durante todos estos años. Más de cuarenta crónicas fueron subidas al foro del grupo, un grupo que poco a poco iba creciendo en miembros y en ambiciones, en amistad y en compañerismo, en seriedad y en documentación. Una evolución recreacionista asombrosa que se hacía evidente en cada concentración, en cada evento, en cada reunión de amigos.

Desde entonces el barón Aznar Pardo lució con orgullo la veste del dragón y su estandarte allá donde fue y maese Enrique de Çaragoça nunca dejó de plasmar en sus pergaminos las crónicas de los eventos a los que acudió y que fueron casi todos (salvo media docena de escasas excepciones) en los siguientes tres años de andadura. Y se sintió siempre acogido, apreciado y arropado por sus amigos, que nunca, jamás, le dieron la espalda en ningún momento y de los que aprendió todo lo que hoy sabe sobre la afición que nos une, además de formar parte de algo que era mucho más que un grupo de recreación. Como un Fidelis más viví momentos maravillosos y otros no tan buenos, hice frente a las maledicencias del exterior y me sobrepuse a los problemas y los roces internos por amor y fidelidad a mi grupo y a mis amigos... Del mismo modo, también mis muchos fallos (grandes o pequeños) me fueron advertidos con respeto y cariño y perdonados por el mismo motivo.

Pero poco a poco el grupo siguió creciendo. Cada año nuevos miembros venían a sumarse a la Hueste Real y ésta se hizo adulta, floreció como un almendro en primavera y se volvió cada vez más fuerte, llegando a convertirse en referente indiscutible de la recreación medieval aragonesa, adquiriendo una responsabilidad cada vez mayor. Una responsabilidad que poco a poco comenzaba ya a abrumarme... Sin embargo, Fidelis Regi empezaba también a dejar de ser un grupo de amigos. Con cerca de una veintena de miembros, la forma de actuar de unos y la disconformidad de otros empezó a hacer surgir desavenencias y discrepancias que al principio se superaban mal que bien, se ignoraban, se suavizaban o se trataban de olvidar por el bien de todos y para no hacer surgir la discordia, pues hasta ese momento todos habíamos formado una piña. Pero esas discrepancias se mantenían latentes, como un rescoldo esperando que un soplo de aire lo reavivase...

Yo también callaba, miraba hacia otro lado y contemporizaba fiándome del buen juicio de todos. Pero hablando con vosotros, disfrutando unos eventos y sufriendo en más de uno, a lo largo del último año he visto con profundo pesar y dolor de corazón cómo aquel grupo de amigos de los orígenes empezaba a convertirse en un grupo de amigos... y de “compañeros” en el cual no todos éramos iguales ni teníamos la misma voz ni el mismo voto. Darme cuenta de ese particular hizo que comenzase a sentirme cada vez más extraño y dolido porque era cada vez más consciente de que tarde o temprano me vería obligado a elegir entre mis amigos y mis compañeros. Una elección que sabía que me iba a resultar extremadamente dolorosa...

Y así ha sido, al final.

Durante las últimas semanas dicha situación ha llegado a afectarme incluso en mi propia salud. Y eso es algo que no puedo asumir. Por nada del mundo estoy dispuesto a repetir la experiencia. No quiero jugarme la salud por una afición y espero que todos lo comprendáis. Todo ello ha hecho que con una tristeza inmensa, con un dolor de corazón inimaginable y con todo el cariño que atesoro hacia las personas que me introdujeron en este fantástico mundo de la recreación, tome la decisión irrevocable de dejar Fidelis Regi. Dejarlo porque ya hace tiempo que no somos la piña que éramos por muchas mentiras que nos contemos, porque he visto llorar y ser menospreciadas a personas a las que quiero con todo mi corazón y porque ya no puedo sentirme a gusto en el grupo, para mi pesar. Dejarlo porque Fidelis Regi ha tomado unos derroteros a los que desgraciadamente no me atrevo a seguirlo. Demasiada responsabilidad, demasiadas desavenencias, demasiados problemas. Y yo no soy tan fuerte como puedo parecer... Lo único que quería era disfrutar del recreacionismo medieval, no terminar sufriéndolo ni mucho menos en la piel de personas a las que quiero.

No ha sido una decisión nada fácil de tomar y en ella han tenido que luchar durante muchos días la tristeza, la rabia, la decepción y los recuerdos. Recuerdos como las jornadas pasadas en Teruel, en Anento, en Peracense, las cenas a la luz de las velas, las actuaciones de "Les Morenitos", la vorágine de la preparación de los eventos... Cuatro años de experiencias, nada menos. Dejarlo atrás me ha costado lágrimas amargas y palabras que, como es costumbre en mí precipitación, estuvieron de más y espero que se me perdonen, como se me han perdonado tantas otras. Ya es sabido que somos esclavos de lo que decimos... y eso vale para todos. Rectificar, no obstante, sigue siendo virtud propia de sabios.

Anuncio, pues, mi marcha con la cabeza bien alta por la satisfacción de haber sido durante cuatro años un Fidelis y consciente de que debo empezar una nueva etapa como persona y como recreacionista. Mi amistad sincera, mi cariño, cuarenta crónicas, cinco romances y más de 5000 intervenciones colgadas en el foro y mi trabajo (mayor o menor) en prácticamente todos los eventos organizados por Fidelis en cuatro años son el legado que dejo al grupo. Recuerdos imborrables, personas estupendas, experiencias maravillosas, amigos y compañeros excelentes son el único equipaje que quiero guardar en mi memoria, así como el deseo de mantener una amistad que mi decisión de dejar el grupo no tiene por qué suponer que se destruya.

He tomado, pues, otro barco que lleva en su popa el nombre de Feudorum Domini. Un navío que llevará su propio rumbo y que no tiene por qué ser distinto del que hasta ahora tripulaba con el resto de mis compañeros y amigos. Un buque que espero que siga formando parte de la misma flota que sigue la misma estrella.

Así, pues... buen viento a todos en la nueva singladura y que el destino nos lleve, ojalá que de la mano, hacia el mismo puerto...

Enrique de Çaragoça